Cáritas Diocesana acaba de poner en marcha una campaña para recibir, ganar la voluntad y el afecto de nuevos socios y voluntarios necesarios para poder desarrollar sus proyectos de justicia social y solidaridad, bajo el lema “No hay límites para soñar”. Estamos en el “momento de la verdad”, en ese momento de poner a prueba nuestra solidaridad, un término muy utilizado en los últimos tiempos pero que la sociedad tiene que aplicar con mayor intensidad si cabe.
La crisis económica y cultural, porque también es cultural en gran magnitud, ha quebrado las condiciones de intimidad e individualidad de muchas personas; ha roto familias enteras; ha llevado al desempleo a muchos trabajadores y en millones de casos de forma injustificada; ha quebrado, en definitiva, la sociedad, y el bienestar de gran cantidad de personas.
Al contrario de lo que creen muchos ciudadanos, el sistema jurídico español es de los mejores del mundo. No obstante, en la actualidad, requiere de reformas de leyes y normas administrativas que protejan a quienes necesitan seguir siendo ser-humano con una vida digna. Lo que llamamos exclusión social presenta varias caras y ha dividido aún más a la sociedad, pobres-ricos. El sistema económico ha discriminado aún más a quienes no tienen poder adquisitivo.
Ser excluido social no solo implica la imposibilidad de disponer de recursos económicos y de poder hacer frente a la legislación vigente en el ámbito empresarial, financiero y administrativo. La exclusión social afecta al ámbito personal en primer lugar de forma radical, y quizá “fuera del alcance” de quienes hacen su vida cotidiana en un mundo y un ambiente completamente diferente. Y entrecomillo fuera de su alcance porque sí está dentro de su alcance. Porque esa solidaridad de la que tanto se habla sí está al alcance de todo el mundo. Cada cual puede aportar su grano de arena. Yo estoy en situación de desempleo y cuando se lo cuento a alguien se va como si fuera una perseida. ¡Suerte! Me dicen. Según la RAE, suerte quiere decir “encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual”. No esperemos, por tanto, que la casualidad arregle los problemas, más bien la causalidad.
¿Cómo es el rostro de un excluido social? En primer lugar la soledad y la falta de amor del prójimo, lo que lleva a una baja autoestima y le sigue en muchos casos la ansiedad y la depresión. Hambre, sed, frío, falta de techo (yo he experimentado todos estos sufrimientos en mis propias carnes y conozco su incidencia en la persona humana). Un excluido social no suele tener información necesaria para poder moverse en la sociedad del consumismo y del bienestar que le ha rechazado. Para la sociedad pudiente, un excluido social es un ser humano que lleva una etiqueta, la de excluido, que además carece en muchos casos de los servicios básicos necesarios para llevar una vida digna.
Si bien hay que reconocer la labor de muchas instituciones públicas, y de Canarias en primer lugar, también hay que denotar que se requiere de un mayor esfuerzo, no solo económico sino en reformas legislativas. Gracias a la labor de Cáritas y otras ONG´s, así como el esfuerzo y apoyo de muchas familias estables, la situación se ha ido paliando en estados de desarraigo, y es tan profunda la crisis económica y cultural que desborda las posibilidades de estas entidades de ayuda social.
Gracias a instituciones como Cáritas Diocesana, y a la acción de la Iglesia en general, en estos últimos años se han podido abrir o mantener centros caritativos y sociales, como comedores, hospitales, ambulatorios, un leprosario, hogares para ancianos e inválidos, orfanatos y guarderías, consultorios familiares y otros centros para la protección de la vida, y especiales de educación o reeducación social.
La Iglesia no deja de hacer un llamamiento a los Estados para que atiendan en primer lugar estas necesidades y para que todo ser humano acceda al bien común, y lo hace también desde las palabras en Cristo, reveladas en el Evangelio: “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme” (Mt 25, 35-36). Recomiendo, además, la lectura de la carta encíclica de Benedicto XVI “Caritas in Veritate”.
Nuestro Obispo, Bernardo Álvarez, indicó durante la presentación de la campaña de Cáritas en Canarias que “ayudamos a
personas con personas”, y que “soñar se consigue con el esfuerzo de cada día”.
Porque no es necesario, como se comentó en el acto, ser super-hombres para ser
voluntario de Cáritas Diocesana.
Cáritas Diocesana en ambas provincias canarias, en
su acción social, cuentan con programas para personas sin hogar, inmigrantes,
promoción de la mujer, ámbito familiar, servicios a mayores, empleo, entre
otros.
Y, la misión de Cristo: “Dios no envió a su Hijo al
mundo para juzgar al mundo, sino para
que el mundo se salve por Él” (Jn 3,17).
*Periodista.
Estudiante de Ciencias Religiosas