El “XXI Congreso
Internacional Diálogo Fé-Cultura”, titulado “Crisis”, sus distintas realidades,
cubrió con creces las expectativas de participación, y el nivel, tanto de las
ponencias, los talleres como de las comunicaciones libres. Un congreso
internacional que no sólo trató del origen y los efectos de la crisis mundial
sino que a través de los conferenciantes se aportaron soluciones u
orientaciones. Nos gustaría hacer un reconocimiento a los codirectores de la
Cátedra de Cultura de Teología “Pedro Bencomo” de la Universidad de La Laguna,
el rector del Seminario y director del ISTIC, Juan Pedro Rivero, y el
catedrático de Ciencias de la Información, Ricardo Acirón, por la organización
del evento; dinámico, original e interesante. A partir de ahora, esta cátedra
se dedicará a la convocatoria y celebración de dicho congreso internacional y
otras acciones del mundo del hecho religioso, la teología etcétera que serán
promovidas por dicha Cátedra Cultural de Teología, perteneciente también a la
ULL.
Sin desmerecer a ningún
ponente, porque nos alargaríamos en esta valoración del congreso, queremos
destacar al primero y al último, el eurodiputado Jaime Mayor Oreja y el obispo
de la Diócesis Nivariense, Bernardo Álvarez, respectivamente. Y queremos
destacar sus intervenciones porque se adentraron en las raíces de la crisis,
para dejar a un lado la superficialidad con que se ha venido tratando este
problema en los últimos años. Superficialidad no quiere decir corriente de
opinión equívoca, sino que no se ha dado a la crisis la suficiente reflexión y
profundidad. Quizá los acontecimientos nos han llegado como un torrente, y casi
de repente nos hemos visto inmersos en esta grave situación. “La pregunta por
la crisis hay que buscarla más allá de las apariencias”, se refirió Jaime Mayor
Oreja.
El eurodiputado tiene
claras dos cosas, la crisis no es natural como consecuencia del desarrollo de
la sociedad, sino intencionada y, por otro lado, su origen se debe a una
profunda crisis moral y de conciencia. “Todos -dijo- abanderaron la verdad de
la economía para arrastrarnos a una gran mentira”.
Con esta crisis se
valores se ha asentado la cultura del relativismo. Y, además, Jaime Mayor Oreja
se refirió a unas recientes palabras del Santo Padre, Benedicto XVI, sobre este
problema cultural. A juicio del eurodiputado, estamos en el inicio de un
proceso que no sabemos cómo va a acabar, precisamente, porque la crisis no
tiene una raíz financiera.
“Algo se mueve en el
fondo de todo este asunto”, fue una de las reflexiones del obispo, Bernardo Álvarez,
quien señaló que la “crisis es un fenómeno mundial pero con efectos concretos
en España”. Vivimos momentos preocupantes, de futuro incierto, y las causas de
la crisis son más profundas, respecto a lo que se ha venido diciendo, por la
complejidad de la globalización, que ha creado más diferencias en el mundo.
Y, el obispo dio una de
las claves: en la realidad de la crisis hay un cambio de rumbo más profundo que
el cambio económico. Respecto a España, señaló que se vive de un modo peculiar.
“Algo debe ocurrir en España para que las cosas funcionen de otra manera”.
Bernardo Álvarez alertó
sobre cinco problemas en nuestro país:
1-Deficitaria
educación.
2-Poca inversión
pública y privada en tecnologías.
3-Política de empleo
pasiva, basada en subvenciones.
4-Preocupante descenso
de la natalidad.
5-Necesidad de
honestidad laboral y empresarial.
Se ha abierto, por
tanto, una crisis moral y económica. Y, además, Bernardo Álvarez también habló
en sentido teológico, al comentar que “una de las causas de la crisis es la
ausencia de Dios en la vida humana”, junto con la ignorancia respecto a la
“dimensión religiosa del hombre”.
Una apreciación muy
certera, porque si hay crisis, si hay mal, es porque hay pecado; si ha habido
guerras, es porque ha habido mal y pecado; si hay injusticia social es porque
hay mal y pecado. Y esto es debido a que la economía y la sociedad las movemos
los hombres, mientras que los números son el instrumento de trabajo, a los que
se da un sentido u otro.
Para finalizar, queremos
insistir en la necesidad de la lectura de la encíclica de Benedicto XVI,
“Cáritas in veritate”. Si bien la Doctrina Social de la Iglesia tiene más de un
siglo de existencia, este documento pontificio acerca a la realidad actual. No
obstante, podemos constatar cómo cualquier documento de esta doctrina, durante
tantas décadas, cobra actualidad. Eso quiere decir que los problemas de la
humanidad son cíclicos, aunque la ventaja es que en la actualidad no se
arreglan con guerras, al menos en el sentido del comienzo del siglo pasado. No
obstante, no hay que bajar la guardia, porque las heridas tras la II Guerra
Mundial y la caída del muro de Berlín no han cicatrizado. Muy al contrario,
renacen en no pocas situaciones, precisamente con la excusa de la globalización
y de la crisis económica. Esta situación forma parte de ese relativismo.
Así concluye “Cáritas
in veritate”: “Se necesitan unos ojos nuevos y un corazón nuevo, que superen la
visión materialista de los acontecimientos humanos y que vislumbren en el
desarrollo ese ‘algo más’ que la técnica no puede ofrecer. Por este camino se
podrá conseguir aquel desarrollo humano e integral, cuyo criterio orientador se
halla en la fuerza impulsora de la caridad en la verdad”.
*Periodista.