El Papa, Benedicto XVI, promulgó, el
pasado 20 de marzo, fiesta de san Francisco de Sales, patrón de los periodistas,
su mensaje para la “46 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales”, bajo el
título “Silencio y palabra: camino de evangelización”. El mensaje habla del
silencio y la palabra como “dos momentos de comunicación que deben
equilibrarse”, para “obtener un auténtico diálogo y una profunda cercanía entre
las personas. Cuando palabra y silencio se excluyen mutuamente, la comunicación
se deteriora”.
Pero, silencio no quiere decir falta de
comunicación u omisión de la información; aquí silencio se refiere a la
necesaria reflexión que debe acompañar toda comunicación, tanto por parte de
quien la transmite como por quien la recibe. Sorprende la delicadeza y el
respeto con que Benedicto XVI trata este problema de los emisores y los
consumidores de los medios de comunicación, y a la vez la profundidad con que
lo hace en pocos folios.
Benedicto XVI señala que “en el silencio
se acogen los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman:
la gestualidad, la expresión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan
la persona. En el silencio hablan la alegría, las preocupaciones, el
sufrimiento, que precisamente en él encuentran una forma de expresión
particularmente intensa”.
Hay que tener en cuenta que el silencio
es expresión del reducto más íntimo y contundente del hombre, la conciencia
que, a pesar de ser contundente, en muchas ocasiones se desvirtúa en su
contenido con otras apreciaciones más superficiales.
Precisamente, Benedicto XVI presta
atención a la superficialidad: “Allí donde los mensajes y la información son
abundantes, el silencio se hace especial para discernir lo que es importante de
lo que es inútil y superficial”. Y agrega que “una profunda reflexión nos ayuda
a descubrir la relación existente entre situaciones que a primera vista parecen
desconectadas entre sí, a valorar y analizar los mensajes”.
Realmente, Benedicto XVI ha destacado de
esta manera tan sencilla y directa uno de los mayores problemas en el proceso
de comunicación: la superficialidad en el tratamiento y transmisión de la
información, y la superficialidad en la recepción de la información.
Se debe prestar a cada información que
consumimos una doble lectura, la superficial, es decir, la correspondiente a la
lectura literal, y una más profunda, del silencio o reflexión. Cada información
debe equipararse a una interpelación en la que cada consumidor se haga unas
preguntas respecto al sentido del mensaje. Con estas condiciones, estaremos
preparados para asumir con mayores garantías el consumo diario de información,
que es abundante en los diferentes ámbitos en los que nos movemos.
El Santo Padre también hace referencia a
las redes sociales, porque además es buen conocedor, como usuario, de estas
plataformas de comunicación. Hay que tener en cuenta que “gran parte de la
dinámica actual de la comunicación –señala Benedicto XVI- está orientada por
preguntas en busca de respuestas. Los motores de búsqueda y las redes sociales
son el punto de partida en la comunicación para muchas personas que buscan
consejos, sugerencias, informaciones y respuestas”.
En la última parte de su mensaje,
Benedicto XVI destaca algunos aspectos teológicos del silencio, para determinar
que “el Dios de la revelación bíblica habla también sin palabras”.
Al margen de este mensaje del Santo
Padre, ¿qué dice la Biblia sobre el silencio? Pues, antes de que el hombre
oyera la palabra revelada, “la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era
Dios” (Juan 1,1). Dios en Cristo es la Palabra revelada. Es decir, la Palabra
no sólo es una escritura, un sonido, es antes que nada una persona, Cristo
presente desde el silencio del hombre antes que este existiera sobre la tierra.
Pablo, en la carta a los Romanos, en su doxología, habla de la “revelación de
un misterio mantenido en secreto durante siglos eternos, pero manifestado ahora
por las Escrituras que lo predicen, por disposición de Dios eterno, dado a
conocer a todos los gentiles para que acojan la fe” (Rm 16 25,26).
El silencio como reflexión en el proceso
de comunicación es de una importancia vital, hasta el punto de que un correcto
silencio asentado en la moral, o bien en una ética adecuada, hubiera evitado
continuos problemas en la humanidad que han llegado hasta hoy. No obstante, no
es fácil hacer frente a los procesos comunicativos de la actualidad. El
problema no deriva tanto de los soportes, como las redes sociales mencionadas
por Benedicto XVI, sino por el uso de dichos soportes.”La Red –indica el Papa-
se está transformando cada vez más en el lugar de las preguntas y las
respuestas”. ¡Qué mensaje tan intenso y qué respeto por el prójimo!
El hombre busca constantemente la verdad,
en la antigüedad mediante unos medios, en la actualidad a través de otros, pero
no vale cualquier estado: “La naturaleza intelectual de la persona humana se
perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la sabiduría, que atrae con
suavidad la mente del hombre a la búsqueda y al amor de la verdad y el bien, e
imbuido por ella, el hombre es llevado hacia lo invisible por medio de lo
visible” (constitución Gaudium et Spes, nº 15, del Concilio Vaticano II).
*Periodista