*Francisco Castro
El papa Juan Pablo II, en su primer discurso en la plaza de San Pedro,
con una voz profunda, contundente y resonante, dijo: “Los jóvenes sois mi
esperanza, sois la esperanza de la Iglesia”.
Si los jóvenes son la esperanza de la Iglesia, lo son también de la
sociedad. Los jóvenes viven hoy en una sociedad muy compleja, una sociedad que
presenta un futuro muy incierto para todos. Como los demás, los jóvenes reciben
información cada día, y además información contradictoria, con lo que no saben
a qué atenerse.
El Magisterio de la Iglesia siempre se ha ocupado de los jóvenes. De
hecho, según las biografías, Juan XXIII se sensibilizó con los jóvenes, que
fueron uno de los motivos que le llevó a la convocatoria del Concilio Vaticano
II. ¿Qué respuestas puede dar la Iglesia a los jóvenes?
El decreto conciliar “Apostolicam actuositatem” (AA) señala en su nº
12 que “los jóvenes tienen en la sociedad actual un papel de extraordinaria
importancia. Sus condiciones de vida, su modo de pensar y sus relaciones con la
propia familia han cambiado notablemente”. Y agrega que “impulsados por el
ardor de su vida y por su energía desbordante asumen su propia responsabilidad
y desean participar en la vida social y cultural”.
El decreto AA se expresa así de forma tajante: “Procuren los adultos
entablar con los jóvenes un diálogo amigable que permita a ambas partes,
superada la diferencia de edad, conocerse mutuamente y compartir las riquezas
propias de cada uno. Los adultos deben impulsar a la juventud hacia el
apostolado, en primer lugar con el ejemplo y, llegada la ocasión, con consejos
prudentes y ayudas eficaces”.
Aquí hay un dato importante, la diferencia de edad y la comprensión
mutua. Porque, la ruptura de esta sociedad ha incidido en diferenciar aún más
las etapas evolutivas de las sucesivas generaciones, en primer lugar con la
ruptura en el ámbito familiar.
Recuerdo una situación real, que es similar a otras muchas, en la que
un padre se aquejaba de no entenderse con su hijo adolescente. Después de
visitar a un psicólogo y comprender que el padre se pasaba el día inmerso en su
trabajo y sus ocupaciones, el padre le dijo a su hijo: “Ya verás lo buenos
amigos que vamos a ser a partir de ahora”. El hijo le contestó: “Papa, yo
amigos tengo muchos, lo que yo quiero es tener un padre”.
Esta situación podríamos enlazarla con un tema de actualidad, por ley
natural, los hijos evolucionan de forma natural es una familia estable
compuesta por mujer y marido. Los niños, pues, necesitan un padre y una madre.
Pero éste no es motivo del presente artículo.
La pregunta que se hacen todos los agentes de pastoral es cómo
acercarse a los jóvenes, por lo que vamos a dar unos consejos breves y
sencillos:
-A los jóvenes hay que atenderlos tanto como grupos y como sujetos
individuales.
-Hay que considerarlos en su situación particular. Cada joven es una
persona, singular e irrepetible.
-Hay que conocer cómo son y cómo piensan.
-Son una realidad, permítanme la expresión, “desafiante” para la Nueva
Evangelización.
¿Qué retos puede tener la Iglesia?
-Primero, acercamiento a la realidad eclesial, de forma adecuada y
teniendo en cuenta el carácter de los jóvenes.
-La “cultura dominante” les ha planteado un desafío ante el
materialismo y el pragmatismo.
-Hay que presentar a Cristo como modelo e identificación de vida.
-Impulsarles hacia la madurez como persona. Hay que conocer cómo son
sus etapas evolutivas.
-Los adultos se deben adaptar a los lenguajes de hoy. Eso no quiere
decir dar una patada al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Quiere decir comprender a los jóvenes.
-Ayudar a los jóvenes que quieren participar en la Iglesia.
Juan Pablo II dijo en Valencia, en uno de sus viajes a España, que “se
puede ser muy de hoy y muy de Cristo”. Los jóvenes necesitan y usan modelos de
conducta, por eso tienen “ídolos”, lo que no significa que sustituyan a los
padres. Pero los ídolos son efímeros, mientras que el modelo de Cristo
permanece para toda la vida; tiene actualidad permanente. Esto tampoco quiere
decir que haya que apartar a los jóvenes de sus “ídolos”, que forman parte de
su evolución natural, sino presentar a Cristo como modelo y forma de vida que
es para siempre, no como los “ídolos” juveniles.
¿Con qué herramientas disponemos para comprender y ayudar a los
jóvenes? Medios de comunicación, la cultura (arte, conciertos, festivales,
encuentros); mundo del deporte; encuentros personales, y sobre todo la familia
como núcleo principal del desarrollo de los jóvenes. Pero, en no pocos casos,
primero hay que educar a los padres, para que ellos tengan las herramientas
adecuadas para educar a sus hijos. Precisamente, muchos padres arrastran
carencias desde su propia juventud.
Quiero recordar, por un lado, la importante tarea que está realizando
nuestro obispo, Bernardo Álvarez, que ha puesto los medios necesarios para
atender a los jóvenes. La Diócesis Nivariense también es pionera en esta
materia. Se ha preocupado en disponer de especialistas en la materia. Por otro
lado, hay que insistir en que el Instituto Superior de Teología de las Islas
Canarias (ISTIC) es centro de la vida de la Iglesia en enseñanza, formación e
información, y cuenta con el COF (Centro de Orientación Familiar).
Y, como especialistas, quiero recordar al recién ordenado diácono,
Alejandro Abrante, que ha llenado los corazones de muchos jóvenes. No para. Vive
en cuerpo y alma preocupado por los jóvenes, y es ejemplo vital para los
adultos que quieren crecer en la fe.
*Periodista.