Francisco Castro*
Un profesor del ISCR “Juan Pablo II” me dijo hace años que no hay que hacer oración, sino vida de oración. ¿Esto qué quiere decir? Que ser deportista los fines de semana sirve para poco. Hay que hacer deporte varias veces a la semana. Hay que hacer vida de deportista, lo que comporta un estilo de vida. Entonces, vida de oración comporta también un estilo de vida, no se trata de ir a misa los domingos “para cumplir”, como he oído muchas veces, sino vivir la fe cada día, porque Cristo no tiene un “horario de oficina” los domingos, sino que tiene su “oficina” abierta todo el día y todo el año.
También hemos estudiado en Teología que no se puede hacer una religión a la carta, porque la fe, que conlleva oración y espiritualidad, se puede razonar y es necesario llevar un orden (Hc 6,4). Podemos hablar con nuestro padre Dios como lo haríamos con nuestro padre biológico. Con nuestro padre biológico también deberíamos hablar con cierto orden, coherencia, lealtad y sobre todo sinceridad.
Estamos en unas fechas importantes, Dios nace entre los hombres para anunciar el Reino de Dios y cumplir la Alianza radical y definitiva , pero Jesús también nos pide que cambiemos nuestras vidas, que le sigamos, y reclama a los apóstoles (Lc 22,46) como un padre que reprende a sus hijos, que hagan oración. Este es el tiempo en que empieza el Año Litúrgico, que el mundo recibe el nacimiento de Cristo, pero también es el tiempo de iniciar ese cambio y de hacer vida de oración. Cristo tiene que nacer en nuestros corazones.
Catecismo
¿Qué propone el Catecismo? Propone a los fieles unos ritmos de oración destinados a alimentar la oración continua. Por ejemplo, la oración de la mañana y de la tarde, antes y después de comer, la Liturgia de las Horas, la Eucaristía del domingo, etcétera. Permítanme un símil literario: toda obra tiene introducción, nudo y desenlace. Pues cuando hablemos con Dios, hagamos una introducción, como una oración, la lectura del día, por ejemplo; un nudo, que sería cuando hablamos a Dios de tú a tú, cuando le contamos nuestras inquietudes, y cerramos con un desenlace, con una oración final. Y esta práctica, es como la deportiva, hay que hacerla todos los días, o todas las veces que se pueda (Hc 1,14). Y, como hacer vida de oración es un estilo de vida, no es solamente orar o rezar, el estilo de vida es imitar a Cristo. Cristo es el centro sobre el que tiene que girar nuestra existencia (Jn 14,5).
El Catecismo distingue tres expresiones de la oración: la vocal, la Palabra de Dios que habla al hombre; la meditación, el creyente busca con la ayuda del Espíritu Santo y la contemplación, la compañía de quien te ama, que es Cristo.
“Si no vivimos el Evangelio, Jesús no vive en nosotros”, es un pensamiento del padre Foucaultd, recogido en el libro de Leonardo Sapienza “Yo siembro. Otros recogerán”. Y no quiero dejar pasar la espiritualidad de Santa Teresa de Calcuta: “Tenemos tanta necesidad de orar como de respirar. Sin la oración no podemos hacer nada”; “Los apóstoles no sabían cómo rezar y pidieron a Jesús que les enseñase a hacerlo”.
Al final, la vida de oración y la espiritualidad, el vernos reflejados en la vida de los santos nos va acercando poco a poco a la santidad, porque la fe es un camino de maduración. La constitución Lumen Gentium señala que “al contemplar la vida de los que siguieron fielmente a Cristo, nos sentimos animados por nuevos motivos a buscar la ciudad futura” (Heb 13,14 y 11,10).
Lectio divina
Quiero terminar con unas frases sobre la lectio divina, sobre la que el ISTIC dio un curso recientemente. “Era el método habitual de leer la escritura cuando la Teología consistía sobre todo en el estudio de la Palabra” (Florentino Martín del Blanco). Plantea cuatro momentos: 1)Lectio, el estudio atento de la escritura; Meditatio, la razón en las verdades escondidas; Oratio, el fervor del corazón para evitar el mal y llegar al bien y Contemplatio, la elevación del alma.
Les recuerdo que el Obispado tiene una Delegación de Liturgia, con información actualizada sobre la materia y el ISTIC ofrece formación para laicos.
A lo largo de estos siglos, la Iglesia ha “ordenado” su oración, y a través de la santidad se ha enriquecido con los carismas, pero no hay que confundir carisma con doctrina, carisma con Palabra de Dios.
“Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu;
diversidad de ministerios, pero un mismo Dios;
diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos”
(1 Cor 12,4-6).
*Periodista. Estudiante de Ciencias Religiosas.