miércoles, 31 de octubre de 2012

DESDE LA PALABRA, por Francisco Castro: "El Sínodo llama a los laicos"


*Francisco Castro

La XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización concluyó el domingo 28 de octubre de 2012 en Roma con la aprobación de 57 proposiciones, que tienen carácter meramente consultivas. Las proposiciones serán publicadas, aunque poco a poco iremos conociendo sus contenidos al menos en forma de síntesis. El Sínodo ha reforzado a los laicos, porque “las variadas formas de asociación, antiguas y nuevas, junto con los movimientos eclesiales y nuevas comunidades son expresiones de la riqueza de los dones que el Espíritu entrega a la Iglesia”. Así lo define el mensaje final, emitido tras el Sínodo sobre la Nueva Evangelización.

Los obispos consideran que debe seguir siendo una referencia indiscutible el Concilio Vaticano II, con sus documentos magisteriales, además de un documento de rabiosa vitalidad como es el Catecismo. También fijan su atención en el Año de la Fe, que se inició el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del concilio y concluirá el 24 de noviembre de 2013, en la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Pero, como hemos mencionado en otras ocasiones, este año supone un verdadero impulso para ese acto de adhesión a Dios, porque serán imprescindibles sucesivos años de la fe, una continuación también de adhesión a la Iglesia y una continua conversión personal y comunitaria.


El Sínodo reconoce “la presencia de tantos hombre y mujeres que con su vida son signos del Evangelio en medio del mundo”. Los laicos deben tener conciencia de su estado singular, porque tienen una misión importante, en su entorno particular, en su cultura y en el mundo.

Los obispos invitan a los cristianos a “vencer el miedo con la fe y a mirar el mundo con sereno coraje”, al mismo tiempo que a “redescubrir los modos con que las personas se acercan a Jesús”. Piden evitar el pesimismo, ante la globalización, la secularización, los nuevos escenarios de la sociedad, las migraciones, las dificultades y sufrimientos”, entre otros motivos. “El mal no tendrá la última palabra”, indica el mensaje sinodal.

El Sínodo tiene especial cuidado con el concepto de Nueva Evangelización. No se trata de un nuevo Evangelio; tampoco se trata de “comenzar todo de nuevo”, ni se trata de “inventar nuevas estrategias”, sino de descubrir “los modos, mediante los cuales, ante el encuentro con Jesús, las personas se han acercado a Él y por Él se han sentido llamadas”, conque esos modos se adaptan a las “condiciones de nuestro tiempo”.

Por ello, el Sínodo resalta que la Nueva Evangelización plantea seis desafíos que interpelarán a la Iglesia y que exigirán una respuesta eclesial adecuada: secularización; fenómeno migratorio; medios de comunicación; economía; investigación científica y tecnológica, así como escenario político. Los laicos no deben permanecer impasibles ante estos retos que, por otra parte, no son nuevos motivos de reflexión en la Iglesia.

Todo el Concilio Vaticano II viene a suponer una respuesta a las inquietudes, formulaciones y preguntas que hacen los laicos sobre la Iglesia. De manera específica, el decreto “Apostolicam actuositatem” trata del apostolado de los laicos, y asegura que “es evidente que la fecundidad del apostolado de los laicos depende de la unión vital con Cristo”. La correspondencia de la misión o del apostolado es el trabajo de evangelizar, pero la evangelización presenta multitud de ámbitos y dimensiones, para lo que los laicos deben estar preparados y formados.

Para la Nueva Evangelización, el Sínodo quiere promover el diálogo con la cultura, educación, arte y con otras religiones, y además hace una mención especial respecto a las personas sufrientes y enfermas. Ante la necesidad de una “nueva alianza entre fe y razón”, la acción misionera debe dirigirse tanto a creyentes como a personas alejadas de la Iglesia y a no creyentes que presentan sana voluntad y un corazón abierto a la caridad.

El Sínodo insiste en el valor de las familias, como “lugar natural de evangelización”, y hace un llamamiento porque “debe ser sostenida por la Iglesia, la política y la sociedad”. La Iglesia, que  “es la casa que acoge a todos”, tiene en cuenta a aquellas familias y matrimonios que pasan por serias dificultades personales. Además, “nos sentimos cercanos a los jóvenes de modo muy especial, porque son parte relevante del presente y del futuro de la humanidad y de la Iglesia”.

Para que la misión goce de eficacia, el misionero debe formarse, tanto de forma espiritual como moral. El apostolado sólo puede tener plena eficacia desde una formación multiforme y completa, tanto en dogmática como en otros saberes. Y, para este fin, la Iglesia pone a disposición de los laicos una formación integral, multidisciplinar y de gran utilidad, tanto para la adquisición de los conocimientos básicos eclesiales como para hacer frente a los desafíos de la sociedad.
*Periodista.