La XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos
sobre la Nueva Evangelización concluyó el domingo 28 de octubre de 2012 en Roma
con la aprobación de 57 proposiciones, que tienen carácter meramente consultivas.
Las proposiciones serán publicadas, aunque poco a poco iremos conociendo sus
contenidos al menos en forma de síntesis. El Sínodo ha reforzado a los laicos,
porque “las variadas formas de asociación, antiguas y nuevas, junto con los
movimientos eclesiales y nuevas comunidades son expresiones de la riqueza de
los dones que el Espíritu entrega a la Iglesia”. Así lo define el mensaje
final, emitido tras el Sínodo sobre la Nueva Evangelización.
Los obispos consideran que debe seguir siendo una referencia
indiscutible el Concilio Vaticano II, con sus documentos magisteriales, además
de un documento de rabiosa vitalidad como es el Catecismo. También fijan su
atención en el Año de la Fe, que se inició el 11 de octubre de 2012, en el
cincuenta aniversario de la apertura del concilio y concluirá el 24 de
noviembre de 2013, en la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Pero, como
hemos mencionado en otras ocasiones, este año supone un verdadero impulso para
ese acto de adhesión a Dios, porque serán imprescindibles sucesivos años de la
fe, una continuación también de adhesión a la Iglesia y una continua conversión
personal y comunitaria.
El Sínodo reconoce “la presencia de tantos hombre y mujeres
que con su vida son signos del Evangelio en medio del mundo”. Los laicos deben
tener conciencia de su estado singular, porque tienen una misión importante, en
su entorno particular, en su cultura y en el mundo.
Los obispos invitan a los cristianos a “vencer el miedo con
la fe y a mirar el mundo con sereno coraje”, al mismo tiempo que a “redescubrir
los modos con que las personas se acercan a Jesús”. Piden evitar el pesimismo,
ante la globalización, la secularización, los nuevos escenarios de la sociedad,
las migraciones, las dificultades y sufrimientos”, entre otros motivos. “El mal
no tendrá la última palabra”, indica el mensaje sinodal.
El Sínodo tiene especial cuidado con el concepto de Nueva
Evangelización. No se trata de un nuevo Evangelio; tampoco se trata de
“comenzar todo de nuevo”, ni se trata de “inventar nuevas estrategias”, sino de
descubrir “los modos, mediante los cuales, ante el encuentro con Jesús, las
personas se han acercado a Él y por Él se han sentido llamadas”, conque esos
modos se adaptan a las “condiciones de nuestro tiempo”.
Por ello, el Sínodo resalta que la Nueva Evangelización
plantea seis desafíos que interpelarán a la Iglesia y que exigirán una
respuesta eclesial adecuada: secularización; fenómeno migratorio; medios de
comunicación; economía; investigación científica y tecnológica, así como
escenario político. Los laicos no deben permanecer impasibles ante estos retos
que, por otra parte, no son nuevos motivos de reflexión en la Iglesia.
Todo el Concilio Vaticano II viene a suponer una respuesta a
las inquietudes, formulaciones y preguntas que hacen los laicos sobre la
Iglesia. De manera específica, el decreto “Apostolicam actuositatem” trata del
apostolado de los laicos, y asegura que “es evidente que la fecundidad del
apostolado de los laicos depende de la unión vital con Cristo”. La correspondencia
de la misión o del apostolado es el trabajo de evangelizar, pero la
evangelización presenta multitud de ámbitos y dimensiones, para lo que los
laicos deben estar preparados y formados.
Para la Nueva Evangelización, el Sínodo quiere promover el
diálogo con la cultura, educación, arte y con otras religiones, y además hace
una mención especial respecto a las personas sufrientes y enfermas. Ante la
necesidad de una “nueva alianza entre fe y razón”, la acción misionera debe
dirigirse tanto a creyentes como a personas alejadas de la Iglesia y a no
creyentes que presentan sana voluntad y un corazón abierto a la caridad.
El Sínodo insiste en el valor de las familias, como “lugar
natural de evangelización”, y hace un llamamiento porque “debe ser sostenida
por la Iglesia, la política y la sociedad”. La Iglesia, que “es la casa que acoge a todos”, tiene en
cuenta a aquellas familias y matrimonios que pasan por serias dificultades
personales. Además, “nos sentimos cercanos a los jóvenes de modo muy especial,
porque son parte relevante del presente y del futuro de la humanidad y de la
Iglesia”.
Para que la misión goce de eficacia, el misionero debe
formarse, tanto de forma espiritual como moral. El apostolado sólo puede tener
plena eficacia desde una formación multiforme y completa, tanto en dogmática
como en otros saberes. Y, para este fin, la Iglesia pone a disposición de los
laicos una formación integral, multidisciplinar y de gran utilidad, tanto para
la adquisición de los conocimientos básicos eclesiales como para hacer frente a
los desafíos de la sociedad.
*Periodista.