Doctor Cordovilla |
Desde esa fecha, hasta el día 29, en horario de tarde, se desarrollarán en el Salón de Actos del ISTIC tres días de jornada, en los que se profundizará en temas tan concurrentes e inmersos dentro del Año de la Fe, como: "La Revelación: en las fuentes del don"; "Del depósito de la fe a la formulación de la fe: en el camino de la razón creyente"; "Los caminos creativos de la espiritualidad: gracia y tarea"; "Benedicto XVI y el Año de la fe: el tercer momento de su pontificado", etcétera. Igualmente dentro de la convivencia de ciencias que propone la Cátedra Cultura del Teología, también tocará esta Semana de Teología, dentro de su programación, títulos que acercarán a los participantes al mundo de la psicología: "La Psicología Positiva y la Creatividad"; "Creatividad e Inteligencia", entre otros. Los alumnos que demuestren su participación en este curso contarán con la obtención de dos créditos.
Ángel Cordovilla
El director y ponente invitado para desarrollar los temas propuestos para estos tres días será el doctor Ángel Cordovilla, profesor de Teología Dogmática en la Universidad Pontificia de Comillas.
El profesor Ángel Cordovilla Pérez estudió en la Universidad Pontifica de Salamanca donde se graduó en Licenciatura en Estudios Eclesiásticos durante los años 1993-1996. Es doctor en teología por la Universidad Gregoriana de Roma donde enseñó como profesor asistente los años 2000-2002. En el año 2003 comenzó su docencia en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas, donde ha enseñado teología dogmática. Actualmente imparte los cursos de Misterio de Dios, Introducción a la teología, Soteriología, Historia de la Teología II, La teología de Karl Rahner.
Benedicto XVI
“«La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor. (.../...).
No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5,13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación. (.../...).
Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un increscendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios.” (Benedicto XVI, Porta Fidei, 11-10-2011).