Este fin de semana se celebra el curso titulado Emaús. Para gustar la Palabra de Dios. Cuando decidí escribir unas notas sobre el camino lucano de Emaús no sabía cómo empezar porque este pasaje bíblico es de tal enriquecimiento doctrinal y espiritual que me pone los pelos de punta. Yo soy muy sensible a la Teología y lloro con frecuencia, lloro con la profundidad de la Palabra de Dios y me pregunto ¿Cómo es posible? Si está hablando de mí. Está hablando de nosotros. Las palabras del Camino de Emaús son el pasado, el presente y el futuro. Tienen una frescura, una actualidad que los creyentes deben disfrutar con ella, pero disfrutar de una manera espiritual.
Los discípulos de Emaús, como así titulan los biblistas en los textos sagrados, los encuentran en Lc 24, 13-34. Es necesaria una lectura atenta, sosegada, una lectura que nos invite a reflexionar sobre los fundamentos de la doctrina católica, una lectura sin prisas. Busquemos un hueco, un día en soledad, y leamos despacio, cómo Jesús resucitado se aparece a dos discípulos que en principio no le reconocen. El camino de Emaús es una Palabra de Dios para leer y releer, una Palabra que evoca los elementos claves de la teología católica que aparecen en toda la Sagrada Escritura, desde el Génesis, como la revelación, la alianza definitiva, que es Cristo mismo, la Cruz, es la respuesta, de unos discípulos incrédulos, al principio, y la esperanza escatológica.
Jesús resucitado aparece para decir que es amor, pero también que es poderoso en palabras y obras, es quien perdona setenta veces siete, como diría Pablo, es el Hijo del Hombre que ha venido a sufrir. En Lc 24, 13-34 podemos advertir que en el Nuevo Testamento se cumplen las profecías del Antiguo Testamento pero ojo con el título cristológico de Mesías. Según los exégetas, Lucas es el único autor que habla expresamente del Mesías sufriente.
Los discípulos de Emaús no se dan cuenta que lo tienen delante, que habla con ellos, que les guía por el camino y les perdona. Jesús ha resucitado y está vivo, pero ¿dónde puedo encontrarlo?, se preguntan. Lucas señala que si Jesús no se revela hoy como el viviente es porque nuestro corazón no está plenamente abierto. Jesús camina muchas veces junto a nosotros como un desconocido, y para reconocerlo tenemos que dejarnos guiar por la Eucaristía.
Por eso, Emaús es también nuestro caminar de hoy. Y caminamos muchas veces con dudas de fe. Pero, ¿dónde está Jesús? Debemos tener ojos para verle, oídos para oírle, porque Jesús está junto a nosotros en tiempos buenos y sobre todo en malos momentos. Jesús caminó junto a los dos discípulos que estaban abatidos. “Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió (a Jesús): ¿Eres tú él único residente de Jerusalén que no se ha enterado de lo que ha pasado allí en estos días?” (Lc 24,18). Y Jesús les siguió contando el cumplimiento de las Sagradas Escrituras.
El camino de Emaús es un camino de palabras y signos de Jesús, lleno de amor del crucificado, es un camino que hacemos todos los días sin darnos cuenta, como los discípulos incrédulos, pero como es un camino de amor, Jesús es paciente con nosotros, pero el camino de Emaús también indica un camino más largo, a lo largo de nuestra vida. Quiere decir que nuestra fe tiene que ir madurando, pero es una maduración también radical, como la Cruz, una maduración que tiene que estar ligada, radicalmente, a la liturgia y la eucaristía, al sacramento de la reconciliación y al perdón.
Este curso sobre Emaús es una oportunidad única para acercarnos al contenido de esta Palabra de Dios, que tiene mucho que decirnos. Por favor, no se lo pierdan. Y es también una preparación para el camino de Adviento, con el que iniciamos el calendario litúrgico.
*Periodista. Estudiante de Ciencias Religiosas.