lunes, 12 de diciembre de 2011

DESDE LA PALABRA: “El futuro de la humanidad se fragua en la familia”


Francisco Castro*

“El futuro de la humanidad se fragua en la familia. Por consiguiente, es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores de la familia”. Son palabras de Benedicto XVI en un reciente discurso. Desde luego, hay un amplio Magisterio sobre la familia, que saco a colación por las fechas que estamos viviendo, como  Adviento, Navidad, 1 de enero, Santa María, Madre de Dios y Reyes. No me voy a parar en estos acontecimientos históricos, metahistóricos y litúrgicos, ya que los creyentes tendremos suficiente información en estos días. Me voy a detener en una consecuencia de lo fundamental: la familia.

El centro de todos estos acontecimientos es cristológico, y soteriológico, por supuesto, pero también es familiar, porque Dios Trino es una familia (RAHNER KARL, Mysterium Salutis), y Jesús nace en el seno de una familia humana, en la Sagrada Familia, familia en la que la Virgen es corredentora.

Este Dios Trino es un Dios cercano, personal, amigo (Jn 15,15)  y firme, que habla de ese espacio en el que se tiene que desarrollar la familia, firme como la roca (Gn 49,24), pero una roca de amor, de creación genealógica. Una roca que promete un lugar para las familias.

No cabe duda que reconforta hacernos regalos en estos días, pero el mayor regalo es la familia, y el peor la soledad, una soledad que nos ha traído una nueva cultura, la cultura del consumismo, la cultura del divorcio fácil, la cultura de la muerte. Parejas jóvenes y con niños pequeños, separadas; personas con niños de diversas parejas, niños rin rumbo, niños que una semana tienen que estar con su madre y la siguiente con su padre. Niños, en definitiva, que sin darnos cuenta, van creando traumas y estos niños de hoy son los hombres del mañana.

Y, no nos danos cuenta de que si la sociedad ha progresado, si ha habido cultura y ciencias, si tenemos avances científicos es porque las sociedades, modernas o primitivas se han asentado en familias estables. “La familia fundada en el matrimonio –dice Benedicto XVI- constituye un patrimonio de la humanidad, una institución social fundamental; es la célula vital y el pilar de la sociedad y esto afecta tanto a creyentes como a no creyentes. Es una realidad por la que todos los Estados deben tener la máxima consideración, y pues, como solía repetir Juan Pablo II, el futuro de la humanidad se fragua en la familia”.

Aprovechemos estos días para “hacer” familia. Hagamos que todo el año sea Navidad. ¿Por qué? En Navidad nos felicitamos, nos queremos, somos amables, nos sonreímos en los lugares públicos, nos cedemos el paso, nos deseamos lo mejor. Pues, ¡que todo el año sea Navidad! Yo no quiero que el 7 de enero se acaben estos gestos de la condición innata del ser humano, que durante el año permanecen ocultos.

Y la Iglesia, como señala el Magisterio,  no puede dejar de anunciar el beneficio de las familias, y que la familia representa a Dios mismo, porque Dios Trino es una familia. La Iglesia no puede dejar de anunciar que de acuerdo con los planes de Dios (Mt 19,3-9) el matrimonio y la familia son insustituibles. Porque la familia, dice el Magisterio, es una especie de Iglesia doméstica (DZ 4128); la familia cristiana está llamada a dar testimonio de su fe en su propio seno y frente al mundo  (DZ 4161 y 4706).
Hace poco lancé al aire una pregunta ¿Qué quiere Él (Jesús) de nosotros? Y ahora pregunto ¿qué quiere la Iglesia de nosotros? Lo mismo que quiere Jesús, que seamos valientes, que seamos una roca, firme, como dice la Palabra de Dios en el Génesis. Que digamos sin miedo qué es la Navidad; que Papa Noel lo inventó una firma comercial y que el Papa Noel original se llama San Nicolás. Y, ¿qué dice nuestra antropología: “Sed fecundos y multiplicaos (dijo Dios al ser humano), henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra” (Gn 1,28).

Cuando veo a mis hijos, que me miran y me sonríen, veo a Dios y le doy las gracias por este bien. Sin embargo, cuando veo un vídeo sobre el aborto lloro, porque es un ser humano, de sus padres y de Dios, que se tira a la basura.

Permítanme desnudarme, como lo hizo mi patrón san Francisco de Asís. Yo no tuve familia. A los seis años quedé huérfano de padre y mi madre tenía una enfermedad. No me dejaba tocar la comida, con que pasé mucha hambre ¿Tíos y demás familiares? Familias rotas y separadas, con que estaba solo con el problema. Conseguí llegar al instituto y hacer el Bachiller en el nocturno. Mi madre me cerraba la puerta y tuve que “dormir” muchas noches en la calle. Dios, que estaba conmigo, aunque yo entonces no lo sabía, hizo que consiguiera pronto un trabajo y que saliera de aquel infierno. Yo no sé lo que es una familia, sí, la mía propia. Yo he sido un niño roto, hambriento y en soledad, y sobre todo con falta de amor, con una sola arma: la superación humana, la fuerza que da el alma, el amor del Espíritu Santo.

Por favor, en estos días, y todo el año, abracen a sus hijos, denles muchos besos, porque el tiempo terrenal se pasa rápido. Yo sé lo que es el valor de la familia, la mía propia, y el desvalor de no tenerla.

Se sea creyente o no, el ser humano nace pidiendo amor y a las puertas de la muerte pide amor, no pide soledad.

Gracias, Cristo, por las palabras que han salido de tu boca; gracias por los gestos de tus manos; gracias, Cristo, por tu compañía.

*Periodista. Estudiante de Ciencias Religiosas.