jueves, 20 de septiembre de 2012

DESDE LA PALABRA, por Francisco Castro: "Año de la Fe: llamados a la reflexión"


*Francisco Castro 
El Papa, Benedicto XVI, convocó el Año de la Fe, en su carta apostólica Porta Fidei, que comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. El 11 de octubre también se celebran los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por el beato Juan Pablo II, “con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe”.
El Año de la Fe comporta importantes actos pastorales, pero sobre todo es un momento para reflexionar, un momento para la iniciación y la comunión; un momento para acercarnos a la fe o para reforzar la fe. Este año, en realidad, no empieza y termina en el período de tiempo mencionado, sino que motiva una vocación de continuidad, porque la humanidad está necesitada de la fe, la esperanza y la caridad.
La fe es uno de los temas centrales en la Teología Fundamental. No es fácil definir la fe porque afecta a diversos ámbitos y estados de la persona. De forma sencilla, podemos definir la fe como la respuesta a Dios; respuesta a la existencia y revelación de Dios. La fe es adhesión, encuentro con Dios y está por encima de la razón y de las experiencias cotidianas. No obstante, la fe no se opone a la razón ni a la ciencia, sino que se complementa.
La fe es una gracia, una fuerza que conduce a Dios. Si bien la persona es la que cree, es Dios quien toma la iniciativa, que pone a prueba a la persona con los efectos de la revelación. Es, por tanto, un don que además se debe testimoniar con valentía en la comunidad. Si bien hay una “llamada” de Dios, cada cual es libre de creer, es libre de contestar a esa llamada. Para saber si Dios “llama” hay que tener oídos para oír y vista para ver, es decir, tenemos que poner nuestros sentidos en funcionamiento, tenemos que mostrar la suficiente sensibilidad ante los efectos de la revelación, efectos que se concretan en la creación y la naturaleza; la Palabra revelada y la experiencia personal.
El hecho de que Dios “llame” no significa que sobrevenga la fe como si recibiéramos un haz de luz en toda la cara. La fe requiere un proceso de discernimiento y maduración, precisamente, porque somos libres de creer. No obstante, la revelación por la fe se da a veces con una contundencia que desborda a la persona que ha sentido esa “llamada”.
La Iglesia muestra su preocupación por los continuos problemas de la humanidad y ofrece esta puerta de la fe para la salvación de todo el mundo. La fe, como hemos mencionado, es una fuerza; una fuerza que funciona ante las adversidades de todo tipo; una fuerza que muchas personas desconocen y acaban con una sensación de vacío cuando se enfrentan a estas adversidades.
El Año de la Fe está relacionado directamente con la Nueva Evangelización, anunciada por la Iglesia. Nueva Evangelización no significa un nuevo Evangelio, sino nuevas formas de dar a conocerlo, ante una parte del mundo que abraza el materialismo y el hedonismo y quiere apartar a Dios de la sociedad; un mundo en el que, por el contrario, se hace más patente la diferencia entre ricos y pobres, entre personas que carecen de los servicios más elementales. Un mundo que cuenta con recursos suficientes y que, sin embargo, no llegan a todos de forma equitativa. Ni siquiera eso, no llegan de ninguna forma.
La Iglesia, para ayudar a estas personas, ha promulgado la Nueva Evangelización, y el Año de la Fe ayudará a este proceso por el que se pretende extender la caridad de la Iglesia a todos los rincones del mundo. Se plantean cuatro etapas en la Nueva Evangelización:
-Acción misionera: está dirigida a las personas no creyentes o que se han alejado de la Iglesia.
-Acción catecumenal: dirigida al acompañamiento de las personas que quieren volver a ser cristianos.
-Acción pastoral: es la actividad de una comunidad eclesial que esté constituida como tal.
-Acción en el mundo: es la proyección del Evangelio en la sociedad.
Vivimos en una sociedad muy compleja; una parte de ella se aleja de los valores fundamentales de la persona humana, que tiene un doble ámbito, espiritual y material. Un mundo material sin el desarrollo de la espiritualidad carece de sentido, y la espiritualidad también se puede aprender. La fe se puede “aprender” a través de la Teología Fundamental. ¡Cómo! ¿No es una “llamada” de Dios? Sí, la fe es un hecho espiritual, pero también podemos aprender que ciertos estados en la vida pueden corresponder a la “llamada” de Dios. Podemos poner en práctica nuestros sentidos y nuestras sensibilidades. Ya lo hemos mencionado, la razón no se opone a la fe; al contrario, la razón es muy necesaria en la fe.
“El Espíritu Santo suscita el don de fe en los corazones” (decreto conciliar Ad gentes divinitus, nº 15).
*Periodista