“Sufrir
no es nada en sí mismo, pero el sufrimiento compartido con la Pasión de Cristo
es un don maravilloso y un signo de amor”. Son palabras de profundidad de la
madre Teresa de Calcuta, un “lápiz de Dios”, como ella misma se definía. El
sufrimiento lo vamos a situar en la corresponsabilidad de la Pasión, y los
dones y el amor emanan de la acción del Espíritu Santo. El Catecismo de la
Iglesia Católica habla de dones como la sabiduría, inteligencia, consejo,
fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Todos estos dones están
intrínsecamente relacionados y quedan reflejados durante la Pasión.
No
es fácil hablar del sufrimiento, del dolor y de su alivio con palabras humanas
y yo, por experiencia propia, sólo tengo unas pocas: agarrarnos a la Cruz de
Cristo.
Sin
embargo, la Palabra revelada y la Pasión sí dan muchas respuestas a situaciones
que derivan de la propia naturaleza o incluso del pecado de la concupiscencia,
sobre el que muchas personas no son conscientes. Dios se encarnó para darnos
las respuestas a nuestros sufrimientos. “Porque mi yugo es suave y mi carga
ligera” (Mat 12,30).
Jesucristo
es el centro y la referencia del dolor. Tampoco es fácil decir que cuando
sufrimos estamos en Cristo, y cuando curamos las heridas de un enfermo estamos
curando a Cristo. Así lo veía la madre Teresa: “Jesús sigue viviendo su Pasión.
Él sigue cayendo, pobre y hambriento, como cayó camino del Calvario”.
El
sufrimiento es un testimonio; es también oración con el ejemplo. Las Sagradas
Escrituras se ocupan de este estado desde el Antiguo Testamento en el que el
pueblo elegido tiene que padecer para ser liberado por Dios, que establece
diferentes alianzas hasta la llegada de su Hijo, que es la Alianza definitiva.
Jesús
no suprime el sufrimiento ni la muerte, pero sí ha venido a aliviar, con su
oración, sus gestos y con su modelo de persona, a quienes padecen dolencias.
“Somos en verdad compañeros de Cristo, a condición de que mantengamos firme
hasta el fin la posición del comienzo” (Hebr 3,14).
Jesús
es capaz de cambiar el sufrimiento en gozo, no lo suprime pero lo consuela:
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados” (Mat 5,5).
Juan
Pablo II, en su carta apostólica “Salvifici doloris” sitúa la redención de los
hombres “mediante la Cruz de Cristo”, es decir, mediante sus sufrimientos. La
cruz es, por tanto, signo y símbolo de salvación. Juan Pablo II indica que hay
dos preguntas que interpelan constantemente al ser humano: ¿Por qué se sufre? y
¿por qué el mal? Y dice que “precisamente por medio de su sufrimiento se hace
posible que el hombre no muera sino que tenga vida eterna”.
El
evangelista Juan narra la cristología fundamental sobre la Pasión y la gloria
de Cristo (Jn 13,1-20,31), hasta su resurrección (Jn 18,1-20,31), en la que la
acción del Espíritu Santo ilumina a la comunidad en cuanto a la respuesta
salvadora de Dios en Cristo, por medio de la fe y el amor. El Hijo del Hombre
es mediador entre Dios y los hombres; único mediador. Es el que ha bajado a
este mundo a sanar las conciencias y los males físicos.
El
“via crucis”, que significa camino de la cruz, es el itinerario de sufrimiento
que hizo Jesús desde el pretorio de Pilato hasta el Calvario. La Iglesia ha
establecido, a partir de los misterios de Jesús, catorce estaciones para
meditar sobre la vida y la muerte, sobre el sufrimiento y su significado.
Veamos unas líneas generales de las estaciones:
-I
Estación.- Jesús es condenado a muerte. No es lícito, como hizo Pilatos,
lavarnos las manos.
-II.-
Carga con la cruz. Agarra la cruz lleno de heridas por todo el cuerpo.
-III.-Cae
al suelo por primera vez. Dios es también hombre y sufre como él, no recurre a
sus fuerzas sobrehumanas.
-IV.-
Jesús encuentra a su madre. Se une a su hijo y hace suya su humillación.
-V.-
Simón Cireneo ayuda a Jesús. Estuvo más pegado al Señor que su madre y que Juan,
su apóstol amado. Ayudó a Jesús a cargar con su cruz.
-VI.-
La Verónica limpia su rostro. La mujer también carga la cruz y el Señor imprime
su imagen como acto de caridad en la tela de la Verónica.
-VII.-
Jesús cae por segunda vez. Cae por su propia voluntad, extenuado por su
esfuerzo.
-VIII.-
Jesús y las mujeres de Jerusalén. Las libera del yugo de la época y es un
precedente para épocas posteriores.
-IX.-Cae
por tercera vez. Tomó la forma de siervo para asemejarse a los hombres. Ha sido
obediente hasta su muerte en la cruz.
-X.-
Despojado de sus vestidos. Al ser objeto de suplicio, con el cuerpo lleno de
llagas, da respuestas al inmenso dolor de la humanidad profana.
-XI.-Clavado
en la cruz. Cristo quiere atraer a todo el mundo hacia Él. Un hombre taladrado
de manos y pies; todo el cuerpo sufre, su esqueleto, sus músculos, su sistema
nervioso.
-XII.-Muerte
en la cruz. Queda impresa la obediencia del Hijo en unión con su Padre. En él
vivimos, nos movemos y existimos.
-XIII.-Jesús
en brazos de su madre. En este misterio tenemos la expresión de los dones de
Dios. María, que recibió estos dones, es también la que más sufrió por su hijo.
-XIV.-
Entierro de Jesús. Todos los hombres que contemplan el sepulcro de Jesucristo
viven la esperanza de la resurrección.
*Periodista