En esta segunda parte de la entrevista realizada en su vivienda del Vaticano, nos habló con nostalgia de su “jefe”, el papa Wojtyla, reconociendo que muchos de sus actos como pontífice fueron una herencia del espíritu del Vaticano II. Mientras otros estuvieron marcados por una intuición, que luego abrirían caminos a la humanidad para que transite en busca de paz y entendimiento.
-El papa Juan Pablo II, con quien usted trabajó tan de cerca, es ahora beato... A su parecer, ¿cuáles fueron sus principales contribuciones al mundo y a la Iglesia?
-"Muchas. Creo que fue un hombre de esperanza. Cuando dijo: "No tengan miedo", lo dijo ciertamente para los países ocupados por el comunismo, pero también lo dijo porque vio que había una cierta decadencia en Occidente. Diría que despertó a la Iglesia en todas partes. Luego, el amor a la vida, esto es fantástico, y este amor por la vida lo ha testimoniado en una vida profundamente marcada por la enfermedad, y los jóvenes lo comprendieron".
-Como teólogo pontificio durante parte de ese largo período, ¿cuál fue su intervención más importante?
-"Tenía que revisar todos los textos hablados o firmados por el papa, ya que con tantos empleados se debía ver la unidad del pensamiento, la legitimidad, incluso la claridad, y esto era prácticamente el trabajo diario. Las grandes alegrías las identifico con los grandes actos del papa. Por ejemplo, dos años después de mi llegada, tuve que leer el Catecismo de la Iglesia Católica y lo leí, me acuerdo que con gran alegría, y pude hacer mis observaciones tranquilamente. Y luego están las encíclicas, lo que fue muy interesante para mí ya que algunas fueron confiadas a la Congregación para la Doctrina de la Fe; allí como consultor, he tenido la oportunidad de participar en grupos de trabajo, por lo que pude ver y descubrir el genio del cardenal Ratzinger, actual papa, quien tenía un don para guiar a los grupos de trabajo, marcar la línea, escuchar, así es que todo era bellísimo. Otra experiencia que realmente me impresionó fue la preparación del Año Santo...".
-¿Del año 2000? Aún se recuerda aquella “purificación de la memoria”, querida por el papa…
-"Sí. Yo era presidente de la Comisión Teológica Histórica y en aquel momento salía la carta apostólica Tertio Millennio Adveniente. Y el papa tenía la idea de pedir perdón por los pecados de los cristianos en el pasado, una cosa buena pero que trajo perplejidad en algunos. He sabido que en la primera reunión se dirigió a los cardenales y muchos estaban perplejos, pero él tenía una gran intuición. Y tuvimos que preparar algunos congresos científicos sobre esta cuestión no sin dificultad, porque el tema era nuevo y esta perplejidad se manifestó también en algunos teólogos. Así que decidimos cuáles cuestiones podían ser útiles y pensamos en tres: el primer tema fue la esclavitud de África, la deportación, especialmente hacia América del Norte y del Sur. El segundo tema fue el problema de la Inquisición y luego en tercer lugar, la responsabilidad de los cristianos en el antisemitismo, aunque habíamos distinguido entre antisemitismo y antijudaísmo".
-El papa insistió en hacer un acto público, ¿verdad?
-"Es otro gran recuerdo, más personal; aunque el papa ya estaba muy cansado, pero con un coraje extraordinario, cumplió con todo su programa del Año Santo. Recuerdo especialmente el 12 de marzo, en que hizo una hermosa liturgia de petición de perdón, y pude ver al papa que estaba apoyado en la cruz, mientras los responsables leían una oración. Fue una hermosa liturgia a la que hemos contribuido".
-¿Cree usted que los católicos, después de esta petición de perdón, han visto a la Iglesia de otro modo?
-"Creo que los que quieren, sí lo han hecho. Cuando hablábamos del programa, había un padre historiador dominico que enseñaba historia de la Iglesia y que dijo: ‘pedir perdón por los hechos verdaderos, no por los mitos’. Todo esto creo que ha sido muy bien estudiado y el resultado es que después muchos han seguido trabajando en esta dirección; así es que creo que con esto hemos hecho un servicio. Y luego para mí, para los cristianos, los católicos, ha sido muy liberadora esta mirada".
-¿El mundo ha reconocido este perdón?
-"El mundo..., tal vez no lo suficiente. El problema que me interesa personalmente en la actualidad, es que a nivel político esto puede ser similar, y resolver algunos problemas trágicos, incluso de hostilidad, de odio entre los pueblos, en los que no se ve una salida sin el perdón. Porque si permanece el odio recíproco, se mantiene el espíritu de la guerra, por lo que la paz no será posible sin el perdón; esto lo sostenemos en la Doctrina Social de la Iglesia".
-¿Acaso esto funcionaría en las guerras actuales, algunas de religión?
-"En todas. Tomemos la dramática situación en el Oriente Medio, por ejemplo, en algunos países musulmanes como Irak ahora, Siria mañana, entre otros, donde hay minorías que se están matando, y donde los cristianos son las verdaderas víctimas de esto. Primero se pide perdón a Dios, y a continuación se pide perdón a los demás. Por eso lo que fue una idea de Juan Pablo II, y que el papa actual ha seguido, es el gran encuentro de Asís, porque si hay un trasfondo religioso auténtico en el hombre, la relación con Dios no conduce a la guerra, sino a la paz".
-Aunque algunos no entendieron entonces, la visión del papa sobre Asís...
-"Esto ha sido muy criticado, pero él hizo una distinción que me gusta mucho y que dice: el Ecumenismo es con los cristianos; rezamos juntos, porque tenemos la biblia en común y podemos decir juntos la oración del Padre Nuestro y todas las oraciones cristianas. En aquel entonces lo dijo así: "Oremos juntos con los cristianos; con los demás, estamos juntos para orar". Se trata de una distinción que aclara bien, y no nos permite caer en la confusión; de este modo vemos la fuerza del sentido de Dios y de la actitud religiosa, que debería ser un elemento de paz en la humanidad misma. Estos son los frutos que le debemos a Juan Pablo II, y yo diría, al Año Santo".
-¿Vio una diferencia entre el Asís de 1986, y la ceremonia del año pasado?
-"Creo que sí, es decir, la primera vez de Asís fue un acontecimiento extraordinario; pero como siempre sucede la segunda vez, estas cosas ya no son un acontecimiento en el mundo de hoy, pero mantuvo la invitación al diálogo por parte de la Iglesia Católica. Es muy importante porque, vea usted, el fundamentalismo islámico por ejemplo, no son de las personas que conversan, sino matan, y ¿dónde termina esto? Y la novedad de Asís de este año es que han invitado también a los no creyentes, como se dice en el lenguaje del papa Juan Pablo II, "hombres de buena voluntad". Por lo tanto, creo que esta es una gran idea que viene también del Concilio Vaticano II".
-El papa Juan Pablo II, con quien usted trabajó tan de cerca, es ahora beato... A su parecer, ¿cuáles fueron sus principales contribuciones al mundo y a la Iglesia?
-"Muchas. Creo que fue un hombre de esperanza. Cuando dijo: "No tengan miedo", lo dijo ciertamente para los países ocupados por el comunismo, pero también lo dijo porque vio que había una cierta decadencia en Occidente. Diría que despertó a la Iglesia en todas partes. Luego, el amor a la vida, esto es fantástico, y este amor por la vida lo ha testimoniado en una vida profundamente marcada por la enfermedad, y los jóvenes lo comprendieron".
-Como teólogo pontificio durante parte de ese largo período, ¿cuál fue su intervención más importante?
-"Tenía que revisar todos los textos hablados o firmados por el papa, ya que con tantos empleados se debía ver la unidad del pensamiento, la legitimidad, incluso la claridad, y esto era prácticamente el trabajo diario. Las grandes alegrías las identifico con los grandes actos del papa. Por ejemplo, dos años después de mi llegada, tuve que leer el Catecismo de la Iglesia Católica y lo leí, me acuerdo que con gran alegría, y pude hacer mis observaciones tranquilamente. Y luego están las encíclicas, lo que fue muy interesante para mí ya que algunas fueron confiadas a la Congregación para la Doctrina de la Fe; allí como consultor, he tenido la oportunidad de participar en grupos de trabajo, por lo que pude ver y descubrir el genio del cardenal Ratzinger, actual papa, quien tenía un don para guiar a los grupos de trabajo, marcar la línea, escuchar, así es que todo era bellísimo. Otra experiencia que realmente me impresionó fue la preparación del Año Santo...".
-¿Del año 2000? Aún se recuerda aquella “purificación de la memoria”, querida por el papa…
-"Sí. Yo era presidente de la Comisión Teológica Histórica y en aquel momento salía la carta apostólica Tertio Millennio Adveniente. Y el papa tenía la idea de pedir perdón por los pecados de los cristianos en el pasado, una cosa buena pero que trajo perplejidad en algunos. He sabido que en la primera reunión se dirigió a los cardenales y muchos estaban perplejos, pero él tenía una gran intuición. Y tuvimos que preparar algunos congresos científicos sobre esta cuestión no sin dificultad, porque el tema era nuevo y esta perplejidad se manifestó también en algunos teólogos. Así que decidimos cuáles cuestiones podían ser útiles y pensamos en tres: el primer tema fue la esclavitud de África, la deportación, especialmente hacia América del Norte y del Sur. El segundo tema fue el problema de la Inquisición y luego en tercer lugar, la responsabilidad de los cristianos en el antisemitismo, aunque habíamos distinguido entre antisemitismo y antijudaísmo".
-El papa insistió en hacer un acto público, ¿verdad?
-"Es otro gran recuerdo, más personal; aunque el papa ya estaba muy cansado, pero con un coraje extraordinario, cumplió con todo su programa del Año Santo. Recuerdo especialmente el 12 de marzo, en que hizo una hermosa liturgia de petición de perdón, y pude ver al papa que estaba apoyado en la cruz, mientras los responsables leían una oración. Fue una hermosa liturgia a la que hemos contribuido".
-¿Cree usted que los católicos, después de esta petición de perdón, han visto a la Iglesia de otro modo?
-"Creo que los que quieren, sí lo han hecho. Cuando hablábamos del programa, había un padre historiador dominico que enseñaba historia de la Iglesia y que dijo: ‘pedir perdón por los hechos verdaderos, no por los mitos’. Todo esto creo que ha sido muy bien estudiado y el resultado es que después muchos han seguido trabajando en esta dirección; así es que creo que con esto hemos hecho un servicio. Y luego para mí, para los cristianos, los católicos, ha sido muy liberadora esta mirada".
-¿El mundo ha reconocido este perdón?
-"El mundo..., tal vez no lo suficiente. El problema que me interesa personalmente en la actualidad, es que a nivel político esto puede ser similar, y resolver algunos problemas trágicos, incluso de hostilidad, de odio entre los pueblos, en los que no se ve una salida sin el perdón. Porque si permanece el odio recíproco, se mantiene el espíritu de la guerra, por lo que la paz no será posible sin el perdón; esto lo sostenemos en la Doctrina Social de la Iglesia".
-¿Acaso esto funcionaría en las guerras actuales, algunas de religión?
-"En todas. Tomemos la dramática situación en el Oriente Medio, por ejemplo, en algunos países musulmanes como Irak ahora, Siria mañana, entre otros, donde hay minorías que se están matando, y donde los cristianos son las verdaderas víctimas de esto. Primero se pide perdón a Dios, y a continuación se pide perdón a los demás. Por eso lo que fue una idea de Juan Pablo II, y que el papa actual ha seguido, es el gran encuentro de Asís, porque si hay un trasfondo religioso auténtico en el hombre, la relación con Dios no conduce a la guerra, sino a la paz".
-Aunque algunos no entendieron entonces, la visión del papa sobre Asís...
-"Esto ha sido muy criticado, pero él hizo una distinción que me gusta mucho y que dice: el Ecumenismo es con los cristianos; rezamos juntos, porque tenemos la biblia en común y podemos decir juntos la oración del Padre Nuestro y todas las oraciones cristianas. En aquel entonces lo dijo así: "Oremos juntos con los cristianos; con los demás, estamos juntos para orar". Se trata de una distinción que aclara bien, y no nos permite caer en la confusión; de este modo vemos la fuerza del sentido de Dios y de la actitud religiosa, que debería ser un elemento de paz en la humanidad misma. Estos son los frutos que le debemos a Juan Pablo II, y yo diría, al Año Santo".
-¿Vio una diferencia entre el Asís de 1986, y la ceremonia del año pasado?
-"Creo que sí, es decir, la primera vez de Asís fue un acontecimiento extraordinario; pero como siempre sucede la segunda vez, estas cosas ya no son un acontecimiento en el mundo de hoy, pero mantuvo la invitación al diálogo por parte de la Iglesia Católica. Es muy importante porque, vea usted, el fundamentalismo islámico por ejemplo, no son de las personas que conversan, sino matan, y ¿dónde termina esto? Y la novedad de Asís de este año es que han invitado también a los no creyentes, como se dice en el lenguaje del papa Juan Pablo II, "hombres de buena voluntad". Por lo tanto, creo que esta es una gran idea que viene también del Concilio Vaticano II".