En un pequeño departamento de la Ciudad del Vaticano, vive uno de los teólogos más longevos que ha tenido la Iglesia contemporánea. Y no solo por la cantidad de años que la ha servido, o las obras publicadas, sino por haber sido testigo de muchos eventos, corrientes teológicas u orientaciones y gestos históricos de los pontífices a través de los siglos XX y XXI, como la publicación del nuevo Catecismo o aquel pedido de perdón del beato Juan Pablo II…
Nos referimos al cardenal suizo Georges Cottier OP, catedrático universitario por décadas, exsecretario de la Comisión Teológica Internacional y antiguo teólogo pontificio, aunque muy cercano al pensamiento del actual papa. En el 50 aniversario de la convocatoria al Concilio Vaticano II, ofrecemos este diálogo con un dominico, que aún quisiera salir a predicar a los cuatro vientos…
-Al llegar a los 90 años… ¿qué ha sido lo más importante de su vida?
-"Creo que delante de Dios, lo más importante es mi bautizo, la educación cristiana, pues yo provengo de una familia con una buena educación cristiana. Y a continuación, está mi vocación dominica, este es el regalo más grande de mi vida. Allí he recibido sobre todo el conocimiento de Santo Tomás".
-¿Y como cardenal?
-"Lo de cardenal fue una gentileza de Juan Pablo II, y provengo del último grupo de nominados por él en 2003. Murió en 2005, y creo que lo hizo por su gran bondad".
-¿Qué significó para usted el haber sido teólogo pontificio?
-"En primer lugar fue una sorpresa. Recuerdo que aún enseñaba en Friburgo, y ya me había retirado en Ginebra. En ese momento tenía 68 años y pensé terminar mi vida allí. Y entonces, un día recibí un mensaje del nuncio quien me dijo que el papa Juan Pablo II me había nombrado; yo no sabía nada, solo sabía que se trataba de un puesto dado a la Orden de los dominicos. Vine a Roma unos meses más tarde, y tuve que aprender sobre el terreno qué cosa era, y lo aprendí (risas)".
-¿A qué se dedica actualmente? ¿Acaso está escribiendo algo?
-"Estoy escribiendo un poco. Haré algo sobre teología de la historia, y ya veremos".
-Este año se celebran 50 años de la convocatoria al Concilio Vaticano II... Según usted –que ha vivido momentos que pertenecen al pasado y al presente de la Iglesia-, ¿qué se ha asimilado mejor del Concilio?
-"A ver, diría que se ha hecho mucho. Lo primero que hay que decir es que el cambio fue profundo, no solo en la liturgia que hoy se siente. Por ejemplo, la estructura de las conferencias episcopales, el cómo funcionan algunas ahora; o los dicasterios de la Iglesia que no existían, la unión de los cristianos, el diálogo con los no creyentes, todo esto son cosas nuevas que con frecuencia funcionan bien. También lo referido a la justicia y la paz, estas cosas no existían antes del Concilio, así como la preocupación por el diálogo con el mundo, la misma idea de la nueva evangelización ha nacido con el Concilio. También el Sínodo de los Obispos y la doctrina misma de los últimos papas, tienen como programa número uno la aplicación del Concilio. Podemos decir que el Concilio encuentra resistencia, pero no encuentra a una Iglesia nacional que diga que no, se acepta en todas partes".
-Aún hay gente que se resiste… ¿Puede explicar qué es lo que algunos sectores no entienden? ¿O no quieren cambiar?
-"Creo que básicamente debe haber un acto de fe en la Iglesia. La gran crisis que apareció después del Concilio en muchos católicos, fue que no vieron la Iglesia como misterio de fe, como cuerpo de Cristo, pueblo de Dios, la esposa de Cristo --todas estas bellas imágenes--, sino como un hecho sociológico. Entonces, ¿por qué sucede esto?, porque algunos se equivocan en la idea. Así es que la primera necesidad consiste en tener ojos de fe sobre la Iglesia, así como un estudio serio del Concilio, porque no sé si ha sido suficientemente estudiado el documento para aceptarlo. Dicho esto, es verdad que en mi generación, más que en las generaciones jóvenes, hay personas que tienen la nostalgia de lo vivido. Pero sobre esto se debe ser capaz de hacer algunas renuncias...".
-En una entrevista, usted dijo que quedó muy impresionado en su momento, con el documento sobre la libertad religiosa en el Concilio... ¿Cree que esto ha preparado a la Iglesia para estos momentos, en que ella misma sufre de la falta de libertades?
-"Claro. Si no hubiera esta herramienta, me pregunto si sería posible que existiera una representación de la Iglesia en las principales organizaciones internacionales, como son los organismos de la ONU, u otros especializados para los derechos humanos. Y ante todos los estados del mundo es un documento muy fuerte, porque también la Iglesia puede vivirlo con respecto a las minorías. La historia es la historia y va adelante; y la Iglesia siempre ha leído en la historia, lo que el Concilio llama los ‘signos de los tiempos’. Ya no es más el mundo cristiano y todo lo demás por fuera; este es un cambio enorme que si se quiere, nos remite a los primeros siglos de la Iglesia, y que le permite a esta ejercer su propia vocación misionera. Y la nueva evangelización significa también esto".
-Hablando de la Nueva Evangelización…, ¿cómo ve este llamado del papa? ¿Qué se debería subrayar?
-"La nueva evangelización significa dos cosas: primero la tradición misionera de la Iglesia que siempre ha estado, pero que está ahora en un mundo nuevo en el cual veo dos fenómenos: el primero es la globalización, que no estaba allí antes; y la crisis del Occidente. Allí está el fondo de la nueva evangelización: no debemos decir cosas nuevas... Nos encontramos con un cristianismo en Occidente, especialmente en Europa más que en América, donde la gente aunque conoce el cristianismo, se ha desconectado. ¿Y por qué sucede esto? Porque tal vez usamos las estructuras tradicionales para dar los sacramentos, pero quizás no hemos continuado predicando el evangelio. Cuando se convierte en algo social, la gente se deja llevar por las tradiciones, las costumbres y el contenido se vacía. Y así tenemos una generación --incluso en las familias cristianas--, una juventud que no sabe nada del cristianismo, a la que algunos han llamado analfabeta, y es justo".
-En su opinión, ¿cree que los católicos saben cómo predicar y proclamar a Jesús?
-"Ah, depende, en realidad no sé si sepamos. Esto depende de la gracia de Dios. Somos dominicos y creo que hay un gran esfuerzo por hacer. Pero se debe predicar a Jesús y también dar una educación cristiana, la catequesis. Porque la predicación de impacto, digamos que te despierta --y esto lo hacen comúnmente las sectas evangelistas protestantes--, con mucha emoción, pero no sé si esto dura toda la vida. Diría que nunca hay que separar el tema del anuncio con el de la catequesis, porque el mal es la ignorancia, y no basta con tener una conversión de momento. Esto es vivir la fe".
Nos referimos al cardenal suizo Georges Cottier OP, catedrático universitario por décadas, exsecretario de la Comisión Teológica Internacional y antiguo teólogo pontificio, aunque muy cercano al pensamiento del actual papa. En el 50 aniversario de la convocatoria al Concilio Vaticano II, ofrecemos este diálogo con un dominico, que aún quisiera salir a predicar a los cuatro vientos…
-Al llegar a los 90 años… ¿qué ha sido lo más importante de su vida?
-"Creo que delante de Dios, lo más importante es mi bautizo, la educación cristiana, pues yo provengo de una familia con una buena educación cristiana. Y a continuación, está mi vocación dominica, este es el regalo más grande de mi vida. Allí he recibido sobre todo el conocimiento de Santo Tomás".
-¿Y como cardenal?
-"Lo de cardenal fue una gentileza de Juan Pablo II, y provengo del último grupo de nominados por él en 2003. Murió en 2005, y creo que lo hizo por su gran bondad".
-¿Qué significó para usted el haber sido teólogo pontificio?
-"En primer lugar fue una sorpresa. Recuerdo que aún enseñaba en Friburgo, y ya me había retirado en Ginebra. En ese momento tenía 68 años y pensé terminar mi vida allí. Y entonces, un día recibí un mensaje del nuncio quien me dijo que el papa Juan Pablo II me había nombrado; yo no sabía nada, solo sabía que se trataba de un puesto dado a la Orden de los dominicos. Vine a Roma unos meses más tarde, y tuve que aprender sobre el terreno qué cosa era, y lo aprendí (risas)".
-¿A qué se dedica actualmente? ¿Acaso está escribiendo algo?
-"Estoy escribiendo un poco. Haré algo sobre teología de la historia, y ya veremos".
-Este año se celebran 50 años de la convocatoria al Concilio Vaticano II... Según usted –que ha vivido momentos que pertenecen al pasado y al presente de la Iglesia-, ¿qué se ha asimilado mejor del Concilio?
-"A ver, diría que se ha hecho mucho. Lo primero que hay que decir es que el cambio fue profundo, no solo en la liturgia que hoy se siente. Por ejemplo, la estructura de las conferencias episcopales, el cómo funcionan algunas ahora; o los dicasterios de la Iglesia que no existían, la unión de los cristianos, el diálogo con los no creyentes, todo esto son cosas nuevas que con frecuencia funcionan bien. También lo referido a la justicia y la paz, estas cosas no existían antes del Concilio, así como la preocupación por el diálogo con el mundo, la misma idea de la nueva evangelización ha nacido con el Concilio. También el Sínodo de los Obispos y la doctrina misma de los últimos papas, tienen como programa número uno la aplicación del Concilio. Podemos decir que el Concilio encuentra resistencia, pero no encuentra a una Iglesia nacional que diga que no, se acepta en todas partes".
-Aún hay gente que se resiste… ¿Puede explicar qué es lo que algunos sectores no entienden? ¿O no quieren cambiar?
-"Creo que básicamente debe haber un acto de fe en la Iglesia. La gran crisis que apareció después del Concilio en muchos católicos, fue que no vieron la Iglesia como misterio de fe, como cuerpo de Cristo, pueblo de Dios, la esposa de Cristo --todas estas bellas imágenes--, sino como un hecho sociológico. Entonces, ¿por qué sucede esto?, porque algunos se equivocan en la idea. Así es que la primera necesidad consiste en tener ojos de fe sobre la Iglesia, así como un estudio serio del Concilio, porque no sé si ha sido suficientemente estudiado el documento para aceptarlo. Dicho esto, es verdad que en mi generación, más que en las generaciones jóvenes, hay personas que tienen la nostalgia de lo vivido. Pero sobre esto se debe ser capaz de hacer algunas renuncias...".
-En una entrevista, usted dijo que quedó muy impresionado en su momento, con el documento sobre la libertad religiosa en el Concilio... ¿Cree que esto ha preparado a la Iglesia para estos momentos, en que ella misma sufre de la falta de libertades?
-"Claro. Si no hubiera esta herramienta, me pregunto si sería posible que existiera una representación de la Iglesia en las principales organizaciones internacionales, como son los organismos de la ONU, u otros especializados para los derechos humanos. Y ante todos los estados del mundo es un documento muy fuerte, porque también la Iglesia puede vivirlo con respecto a las minorías. La historia es la historia y va adelante; y la Iglesia siempre ha leído en la historia, lo que el Concilio llama los ‘signos de los tiempos’. Ya no es más el mundo cristiano y todo lo demás por fuera; este es un cambio enorme que si se quiere, nos remite a los primeros siglos de la Iglesia, y que le permite a esta ejercer su propia vocación misionera. Y la nueva evangelización significa también esto".
-Hablando de la Nueva Evangelización…, ¿cómo ve este llamado del papa? ¿Qué se debería subrayar?
-"La nueva evangelización significa dos cosas: primero la tradición misionera de la Iglesia que siempre ha estado, pero que está ahora en un mundo nuevo en el cual veo dos fenómenos: el primero es la globalización, que no estaba allí antes; y la crisis del Occidente. Allí está el fondo de la nueva evangelización: no debemos decir cosas nuevas... Nos encontramos con un cristianismo en Occidente, especialmente en Europa más que en América, donde la gente aunque conoce el cristianismo, se ha desconectado. ¿Y por qué sucede esto? Porque tal vez usamos las estructuras tradicionales para dar los sacramentos, pero quizás no hemos continuado predicando el evangelio. Cuando se convierte en algo social, la gente se deja llevar por las tradiciones, las costumbres y el contenido se vacía. Y así tenemos una generación --incluso en las familias cristianas--, una juventud que no sabe nada del cristianismo, a la que algunos han llamado analfabeta, y es justo".
-En su opinión, ¿cree que los católicos saben cómo predicar y proclamar a Jesús?
-"Ah, depende, en realidad no sé si sepamos. Esto depende de la gracia de Dios. Somos dominicos y creo que hay un gran esfuerzo por hacer. Pero se debe predicar a Jesús y también dar una educación cristiana, la catequesis. Porque la predicación de impacto, digamos que te despierta --y esto lo hacen comúnmente las sectas evangelistas protestantes--, con mucha emoción, pero no sé si esto dura toda la vida. Diría que nunca hay que separar el tema del anuncio con el de la catequesis, porque el mal es la ignorancia, y no basta con tener una conversión de momento. Esto es vivir la fe".
Fuente: ZENIT [infospanish@zenit.org]