“Siempre decía ánimo, arriba esos corazones”
Palmeros y Tinerfeños siempre recordarán la mirada del Sacerdote don Miguel Pérez Álvarez (Breña Alta, 1926 – La Laguna, 1987). Su memoria sigue viva en tantos y tantos grupos de Fe que animó durante su vida. Prueba de ello es la celebración en torno al aniversario de su fallecimiento que hacen todos sus amigos y hermanos sacerdotes, como sucederá el próximo seis de mayo, otro año más, en La Concepción de La Laguna.
El Padre Miguel Pérez se ordenó Sacerdote en La Laguna un 26 de diciembre de 1950. Fue el primer párroco de San Francisco de Asís, Santa Cruz de La Palma, en 1954. Igualmente, cumplió los servicios de Director Espiritual del Seminario y Director de la Casa de Ejercicios, para finalmente pasar a ser Director Espiritual del Clero. Lo que asegura Juan Pedro Rivero, Director del ISTIC, “fue un sacerdote pendiente de los sacerdotes y promotor de las vocaciones sacerdotales. Así como de nuestros Grupos de oración y de crecimiento personal para cristianos”.
Sin embargo, lo que también llena su vida de sacerdocio es el estar y convivir con quienes le rodearon. Chari Santos, que no olvida aquella frase suya de “ánimo, arriba esos corazones”, profesora de Religión del IES Valle Guerra, amiga inseparable de Miguel Pérez, formó parte con otros estudiantes del célebre grupo Junonia, que “estaba formado por varios estudiantes, sobre todo palmeros. Don Miguel consideraba que con nuestras reuniones podíamos celebrar nuestra Fe y además acoger a estos compañeros distantes de su familia”, afirma. “No sólo nos reuníamos, sino que nos enseñaba a conocer nuestro credo como adultos en la Fe, un concepto que ya don Miguel manejaba y que hoy casualmente es el lema pastoral de nuestra Diócesis”.
Igualmente, entre los carismas rememorados sobre don Miguel está también el de lo social. Así, Chari rescata aquel momento de uno de los viajes de don Miguel a Madrid para revisar su enfermedad, “donde se encontró en una calle madrileña con otro sacerdote que resultó ser el Obispo de Ebebiyín en Guinea. Viéndolo alicaído, se preocupó por lo que pasaba a monseñor Obama, quien le contó que en su diócesis se pasaba mucha hambre. Faltó tiempo para que don Miguel organizara una campaña en apoyo a la Diócesis de Ebebiyín”. O aquella ocasión en la que se le ocurrió organizar “ejercicios espirituales para soldados. Fue siempre un hombre de oración entre los suyos y preocupado por los suyos”.