El norte de Tenerife, concretamente Icod, recordará siempre al que fue el párroco de Llanito Perera, don Fermín León. Las tres patas de la vida de este hombre de Dios se movieron siempre entre la familia, la formación y la Iglesia.
Fermín León León (1938-2008) construye en la década de los ochenta la parroquia de Llanito Perera, parroquia que le homenajeó el pasado año 2011 recordándole con una plaza y un busto que lleva su nombre, durante un acto en el que se honraron los 25 años de la dedicación de este templo y que fue presidido por el obispo Bernardo Álvarez. Este sacerdote es ordenado presbítero por el obispo Luis Franco Cascón el 14 de agosto de 1973 en La Laguna. Fue vicerrector del Seminario Diocesano y párroco de innumerables parroquias: Santiago y Salvador en Alajeró; el Perpetuo Socorro en la Finca España; San Pedro en Vilaflor; Nuestra Señora de las Nieves en Valle Colinos; San Antonio Abad en Arona; Santo Domingo en La Guancha; Nuestra Señora del Paso en Icod de los Vinos; San Juan en San Juan de la Rambla; Nuestra Señora de la Luz y Lourdes en Los Silos; Nuestra Señora del Rosario en Valle de Guerra. Sin embargo, fue Santa Bárbara y Nuestra Señora del Carmen en Llanito Perera, Icod, donde permaneció 12 años como párroco (1979-1991), desviviéndose por las gentes de esa bella zona del norte de Tenerife y por sus familias. Fermín León proviene de una familia de doce hermanos y es ahí donde radicaba su conocimiento sobre lo que es el germen y núcleo de la familia, que el siempre entendió como un hecho a defender y en lo que apoyarse.
Su faceta docente tampoco fue escasa. Ejerció como profesor del Área de Derecho Canónico del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias en su Sede de Tenerife. Siendo Vicario de Justicia y profesor del ISTIC puso en marcha la Cátedra de Derecho Canónico, así como un notable impulsor del Postgrado de Derecho Matrimonial Canónico, estableciendo además las bases para que pudiera convertirse en “Título Propia” de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, UIMP.
En este sentido, la vida de don Fermín León desde su infancia, entre los suyos y entre su Iglesia, estuvo siempre volcada hacia el ámbito de la necesidad de la familia, una idea que defendió hasta el momento de su muerte. Caminaba en Jesucristo con una única idea, la del Pueblo de Dios.