Acaba de finalizar el XXII Congreso Internacional Diálogo
Fe-Cultura, dedicado a Dios y la Ciencia, que ha coincidido con el 200
aniversario de la muerte de José de Viera y Clavijo. La cita estuvo
organizada por la Universidad de La Laguna (ULL) y el Instituto de
Teología de Canarias (Istic). El director del centro, Juan Pedro Rivero,
responsable de la Comisión de trabajo Departamento Fe-Cultura de este
centro y miembro de la Cátedra Pedro Bencomo de la ULL –ambas entidades
organizadoras de dicho Congreso– ofrece una serie de conclusiones sobre
la celebración de este macroevento que ha tenido lugar en el Seminario
de La Laguna.
–¿Los cristianos se atreven a afirmar que Dios es amor y razón?
–El cristianismo se ha detenido especialmente en dos dimensiones, como hemos concebido durante nuestro XXII Congreso. Y esas dos dimensiones son Dios es amor y Dios es razón. La valoración cristiana de la razón ha sido verdaderamente innovadora porque las demás religiones enfatizaban sobre el sentido del misterio y aspiran a un conocimiento no racional, más bien recibido por la iluminación divina y la intuición. Incluso, cabe entender también que existe una semejanza entre Dios y el hombre. Estudiando a Dios se puede comprender cómo debe ser y vivir el hombre. Y visto que el hombre es imagen de Dios, que es razón y amor, el hombre debe conciliar en su vida la razón y el amor; no necesita, ni debe separarlos.
–¿Por lo tanto no es necesario separar el amor de la razón?
–El amor debe ser razonable, guiado por la razón. Por lo que esto implica, por un lado, el rechazo del emotivismo, es decir, al amor reducido a sentimiento; al igual que el rechazo de la formas falsificadas del amor. Por otra parte, la fe culmina en una relación de amor, pero inicialmente es propiciada por la razón y ello comporta el rechazo a la guerra santa, la crítica al fideísmo, y la crítica al racionalismo y al cientifismo, es decir, al divorcio de la razón de la fe.
–¿Es incompatible el Dios de la filosofía con el de la fe?
–El Dios de la filosofía no es incompatible con el de la fe. Es más, la razón puede ayudar a ejercitar el acto de fe de dos maneras. Una, puede demostrar que Dios existe; otra, puede demostrar algunos aspectos del Dios de la fe; dios como ser, eterno, omnipotente, suma verdad, suma bondad. Es cierto que la fe puede profundizar nuestro conocimiento filosófico de Dios. Es cierto que el Dios de los filósofos es un Dios al que no se reza y con el que no existe una relación de comunión interpersonal. Pero el Dios de los filósofos es igualmente un tesoro, por lo que es insensato dejar de lado la reflexión filosófica sobre Dios; es como renunciar a un tesoro sólo porque es más pequeño que el otro.
–¿Es cierta la afirmación del cientifismo que asegura que Dios, el alma y las grandes preguntas se convierten en irracionales?
–Esa afirmación existe en el cientifismo. Como el racionalismo dice que existe sólo aquello que es racionalmente cognoscible. Pero esto es el error de una razón presuntuosa que olvida que es finita, que no puede conocerlo todo. Y que, de hecho, disminuye, como recuerda esta afirmación. Si el hombre no puede interrogarse más sobre las realidades esenciales de su vida, sobre su origen y su fin, sobre su deber moral y sobre que le es lícito, sobre la vida y la muerte, sino que debe reenviar estos problemas decisivos a un sentimiento separado de la razón, entonces no la eleva, sino que la priva de su honor.
–¿Qué hay que considerar entonces sobre lo dañino del divorcio entre fe y razón?
–Por un lado, veamos el posible daño que sufre la fe. La fe pierde las contribuciones de la razón, de las que hemos hablado. Se convierte en un hecho privado incomunicable y tiene el riesgo de extinguirse, como les sucedió a las religiones arcaicas. En cuanto al daño que ha sufrido la razón. Ella pierde las inestimables aportaciones de la fe. La razón, que en la filosofía moderna se concibe como autónoma, que no quiere saber nada de la fe, no puede tener éxito. La razón humana no es autónoma. Ella vive de particulares contextos históricos. Y hay que recordar que la fe ofrece aportaciones a la razón. La fe valoriza la razón. También anotemos que si no es posible responder a las grandes preguntas, el bien y el mal se convierten en una elección subjetiva y arbitraria. El cientifismo lleva al relativismo y a su amor-dictadura.
–¿Pero siendo esto así, ciencia y técnica son enemigas de Dios?
–Aunque la fe va más allá de lo que la razón alcanza, no puede haber nunca contradicción entre la fe y la ciencia. Para los creyentes, es Dios mismo quien da al hombre tanto la luz de la razón como la luz de la fe. San Agustín lo resume de esta preciosa manera: Cree para comprender y comprende para creer. Dios y la ciencia son conceptos complementarios. Juan Pablo II en 1980 sobre los logros de la ciencia decía: ¡Qué estupendos logros! Todo para honor del hombre.
FUENTE: LA OPINIÓN DE TENERIFE
–¿Los cristianos se atreven a afirmar que Dios es amor y razón?
–El cristianismo se ha detenido especialmente en dos dimensiones, como hemos concebido durante nuestro XXII Congreso. Y esas dos dimensiones son Dios es amor y Dios es razón. La valoración cristiana de la razón ha sido verdaderamente innovadora porque las demás religiones enfatizaban sobre el sentido del misterio y aspiran a un conocimiento no racional, más bien recibido por la iluminación divina y la intuición. Incluso, cabe entender también que existe una semejanza entre Dios y el hombre. Estudiando a Dios se puede comprender cómo debe ser y vivir el hombre. Y visto que el hombre es imagen de Dios, que es razón y amor, el hombre debe conciliar en su vida la razón y el amor; no necesita, ni debe separarlos.
–¿Por lo tanto no es necesario separar el amor de la razón?
–El amor debe ser razonable, guiado por la razón. Por lo que esto implica, por un lado, el rechazo del emotivismo, es decir, al amor reducido a sentimiento; al igual que el rechazo de la formas falsificadas del amor. Por otra parte, la fe culmina en una relación de amor, pero inicialmente es propiciada por la razón y ello comporta el rechazo a la guerra santa, la crítica al fideísmo, y la crítica al racionalismo y al cientifismo, es decir, al divorcio de la razón de la fe.
–¿Es incompatible el Dios de la filosofía con el de la fe?
–El Dios de la filosofía no es incompatible con el de la fe. Es más, la razón puede ayudar a ejercitar el acto de fe de dos maneras. Una, puede demostrar que Dios existe; otra, puede demostrar algunos aspectos del Dios de la fe; dios como ser, eterno, omnipotente, suma verdad, suma bondad. Es cierto que la fe puede profundizar nuestro conocimiento filosófico de Dios. Es cierto que el Dios de los filósofos es un Dios al que no se reza y con el que no existe una relación de comunión interpersonal. Pero el Dios de los filósofos es igualmente un tesoro, por lo que es insensato dejar de lado la reflexión filosófica sobre Dios; es como renunciar a un tesoro sólo porque es más pequeño que el otro.
–¿Es cierta la afirmación del cientifismo que asegura que Dios, el alma y las grandes preguntas se convierten en irracionales?
–Esa afirmación existe en el cientifismo. Como el racionalismo dice que existe sólo aquello que es racionalmente cognoscible. Pero esto es el error de una razón presuntuosa que olvida que es finita, que no puede conocerlo todo. Y que, de hecho, disminuye, como recuerda esta afirmación. Si el hombre no puede interrogarse más sobre las realidades esenciales de su vida, sobre su origen y su fin, sobre su deber moral y sobre que le es lícito, sobre la vida y la muerte, sino que debe reenviar estos problemas decisivos a un sentimiento separado de la razón, entonces no la eleva, sino que la priva de su honor.
–¿Qué hay que considerar entonces sobre lo dañino del divorcio entre fe y razón?
–Por un lado, veamos el posible daño que sufre la fe. La fe pierde las contribuciones de la razón, de las que hemos hablado. Se convierte en un hecho privado incomunicable y tiene el riesgo de extinguirse, como les sucedió a las religiones arcaicas. En cuanto al daño que ha sufrido la razón. Ella pierde las inestimables aportaciones de la fe. La razón, que en la filosofía moderna se concibe como autónoma, que no quiere saber nada de la fe, no puede tener éxito. La razón humana no es autónoma. Ella vive de particulares contextos históricos. Y hay que recordar que la fe ofrece aportaciones a la razón. La fe valoriza la razón. También anotemos que si no es posible responder a las grandes preguntas, el bien y el mal se convierten en una elección subjetiva y arbitraria. El cientifismo lleva al relativismo y a su amor-dictadura.
–¿Pero siendo esto así, ciencia y técnica son enemigas de Dios?
–Aunque la fe va más allá de lo que la razón alcanza, no puede haber nunca contradicción entre la fe y la ciencia. Para los creyentes, es Dios mismo quien da al hombre tanto la luz de la razón como la luz de la fe. San Agustín lo resume de esta preciosa manera: Cree para comprender y comprende para creer. Dios y la ciencia son conceptos complementarios. Juan Pablo II en 1980 sobre los logros de la ciencia decía: ¡Qué estupendos logros! Todo para honor del hombre.
FUENTE: LA OPINIÓN DE TENERIFE