jueves, 4 de abril de 2013

Desde la palabra, por Francisco Castro*: "Iglesia, ciencia y científicos creyentes"


El Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, sede de Tenerife (ISTIC) celebrará los próximos días 22 al 26 de abril de 2013 el “XXII Congreso Internacional Diálogo Fe-Cultura” y el “XXIV Encuentro con la Cultura”, bajo el título de “Dios y la Ciencia”. Se trata de uno de los acontecimientos académicos más importantes de este curso, que presenta el ISTIC, y que organiza la Cátedra de Teología “Pedro Bencomo Rodríguez”. Es una nueva oportunidad para recibir una información y formación complementaria y necesaria.

Al margen del programa de este congreso internacional, hoy queremos responder a cuestiones que se plantean en los medios de comunicación, como que la Iglesia está alejada de la ciencia e incluso que es contraria a la ciencia. La Historia Universal demuestra que es todo lo contrario, que la Iglesia sabe de ciencia, que está junto a la ciencia, porque fe y razón no se contraponen, sino que se complementan. La Historia habla desde hace siglos de importantes científicos que han sido clérigos o laicos creyentes. Ha habido científicos católicos, y otros que no han sido católicos, pero sí creyentes. Vayamos por partes.

El Vaticano cuenta con la Pontificia Academia de las Ciencias, que es el centro de investigación y debate científico más importante del mundo. Está compuesta por científicos según su valía profesional; no se tiene en cuenta su confesión o su nacionalidad. La Academia incluye seis grandes áreas de trabajo: ciencias básicas; ciencias y tecnologías de los problemas globales; ciencias de los problemas del mundo en desarrollo; política científica; bioética y epistemología. Fue creada en 1936, aunque tiene sus orígenes en 1603, con el nombre de Academia de los Linces de Roma, y han trabajado más de setenta premios nóbeles.

La Iglesia ha sido pionera en investigaciones astronómicas. El astrónomo jesuita, padre Angelo Secchi, fue el primero en clasificar las estrellas según sus espectros. El Vaticano cuenta en la actualidad con dos centros de investigación astronómica, uno en Castel Gandolfo, sobre las colinas Albani, a unos 35 kilómetros al sur de Roma, y otro en Tucson, Arizona.

El Observatorio Vaticano, repartido en ambos centros, realiza estudios sobre modelos cosmológicos, clasificaciones espectrales de estrellas peculiares, distribución de estrellas ricas y pobres en metales, estrellas binarias con cambios de materias, material presente en las nubes oscuras en las que se forman nuevas estrellas, polvo que rodea las estrellas jóvenes, entre otras investigaciones. El Observatorio tiene una biblioteca de unos 22.000 volúmenes, obras de Copérnico, Galileo, Newton, Kleper, Brehe, Clavio y Secchi.

 El padre Manuel Carreira es jesuita y conocido científico vinculado a la NASA. Fue profesor en Washington y colaboró en varios proyectos de investigación de la NASA, relativos al desarrollo de detectores de rayos gamma, de utilidad en satélites artificiales.

Como el padre Carreira, podemos contar numerosos científicos clérigos, y también laicos creyentes, desde la Edad Media y antes. Por ejemplo, el modelo de la teoría del “Big Bang” fue planteado por primera vez por el sacerdote belga Georges Lemaitre, astrónomo y profesor de Física en la Universidad de Lovaina. En los años veinte planteó que el universo comenzó con un “punto geométrico”, al que denominó “átomo principal”, que estalló y que aún sigue su expansión.

El padre escolapio Giovanni Battista es uno de los pioneros en la investigación de la electricidad. En 1900, el sacerdote brasileño Roberto Landell de Moura, fue el primero en transmitir la voz humana a través de un sistema electrónico inalámbrico, después de que Marconi descubriera la telegrafía sin hilos. Otros científicos creyentes son Pasteur (vacunas e infecciones); Einstein (Relatividad); Compton (rayos X); Max Born (mecánica cuántica); Francis Collins (director del Genoma Humano). Por dar otros nombre conocidos, de fácil acceso biográfico, tenemos a Marín Mersenne, monje al que se le atribuye la generación de una comunidad científica; Nicolás de Cusa, clérigo que se adelantó a Galileo; Mateo Ricci, un jesuita que trabajó como matemático de un emperador de China; José de Acosta, sacerdote que inspiró a Darwin. La lista sería interminable de científicos y filósofos que creen en Dios, por un lado, y por otro, que son, en concreto, católicos.

En todo el planeta hay cientos de institutos de investigación científica, universidades y otros centros que colaboran con la Iglesia. Hay un continuo intercambio de información y publicaciones. Cada año, en verano, el Vaticano celebra una Semana de Estudios Científicos, que organiza la Pontificia Academia de las Ciencias y el Observatorio Astronómico Vaticano, en la que participan científicos de todo el mundo. El pasado año se habló de Astrobiología, que es la ciencia que estudia las relaciones de la vida con el resto del cosmos. Abarca temas como el origen de la vida, la evolución de la vida en la Tierra, así como sus perspectivas futuras.

La Iglesia, a través de sus universidades y facultades, ofrece estudios humanísticos y científicos, además de formación científica complementaria y en relación con el diálogo fe-cultura, como es el caso del Congreso Internacional Fe-Cultura. El estudio de la Teología y las Ciencias Religiosas también tiene en cuenta las cuestiones relacionadas con la naturaleza y las ciencias, mediante la Filosofía de la Naturaleza y las Ciencias; la Metafísica o la Epistemología.

En resumen, la Iglesia siempre ha favorecido el estudio de las ciencias; fundó las primeras universidades; promovió el estudio de las ciencias experimentales y las artes y ha mantenido vivo el interés por la reflexión entre la fe y la razón.

*Periodista.