El Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias,
sede de Tenerife (ISTIC) celebrará los próximos días 22 al 26 de abril de 2013
el “XXII Congreso Internacional Diálogo Fe-Cultura” y el “XXIV Encuentro con la
Cultura”, bajo el título de “Dios y la Ciencia”. Se trata de uno de los
acontecimientos académicos más importantes de este curso, que presenta el
ISTIC, y que organiza la Cátedra de Teología “Pedro Bencomo Rodríguez”. Es una
nueva oportunidad para recibir una información y formación complementaria y
necesaria.
Al margen del programa de este congreso internacional, hoy
queremos responder a cuestiones que se plantean en los medios de comunicación,
como que la Iglesia está alejada de la ciencia e incluso que es contraria a la
ciencia. La Historia Universal demuestra que es todo lo contrario, que la
Iglesia sabe de ciencia, que está junto a la ciencia, porque fe y razón no se
contraponen, sino que se complementan. La Historia habla desde hace siglos de
importantes científicos que han sido clérigos o laicos creyentes. Ha habido
científicos católicos, y otros que no han sido católicos, pero sí creyentes.
Vayamos por partes.
El Vaticano cuenta con la Pontificia Academia de las
Ciencias, que es el centro de investigación y debate científico más importante
del mundo. Está compuesta por científicos según su valía profesional; no se
tiene en cuenta su confesión o su nacionalidad. La Academia incluye seis
grandes áreas de trabajo: ciencias básicas; ciencias y tecnologías de los
problemas globales; ciencias de los problemas del mundo en desarrollo; política
científica; bioética y epistemología. Fue creada en 1936, aunque tiene sus
orígenes en 1603, con el nombre de Academia de los Linces de Roma, y han trabajado
más de setenta premios nóbeles.
La Iglesia ha sido pionera en investigaciones astronómicas.
El astrónomo jesuita, padre Angelo Secchi, fue el primero en clasificar las
estrellas según sus espectros. El Vaticano cuenta en la actualidad con dos centros
de investigación astronómica, uno en Castel Gandolfo, sobre las colinas Albani,
a unos 35 kilómetros al sur de Roma, y otro en Tucson, Arizona.
El Observatorio Vaticano, repartido en ambos centros,
realiza estudios sobre modelos cosmológicos, clasificaciones espectrales de
estrellas peculiares, distribución de estrellas ricas y pobres en metales,
estrellas binarias con cambios de materias, material presente en las nubes
oscuras en las que se forman nuevas estrellas, polvo que rodea las estrellas
jóvenes, entre otras investigaciones. El Observatorio tiene una biblioteca de
unos 22.000 volúmenes, obras de Copérnico, Galileo, Newton, Kleper, Brehe,
Clavio y Secchi.
El padre Manuel
Carreira es jesuita y conocido científico vinculado a la NASA. Fue profesor en
Washington y colaboró en varios proyectos de investigación de la NASA,
relativos al desarrollo de detectores de rayos gamma, de utilidad en satélites
artificiales.
Como el padre Carreira, podemos contar numerosos científicos
clérigos, y también laicos creyentes, desde la Edad Media y antes. Por ejemplo,
el modelo de la teoría del “Big Bang” fue planteado por primera vez por el
sacerdote belga Georges Lemaitre, astrónomo y profesor de Física en la
Universidad de Lovaina. En los años veinte planteó que el universo comenzó con
un “punto geométrico”, al que denominó “átomo principal”, que estalló y que aún
sigue su expansión.
El padre escolapio Giovanni Battista es uno de los pioneros
en la investigación de la electricidad. En 1900, el sacerdote brasileño Roberto
Landell de Moura, fue el primero en transmitir la voz humana a través de un
sistema electrónico inalámbrico, después de que Marconi descubriera la
telegrafía sin hilos. Otros científicos creyentes son Pasteur (vacunas e
infecciones); Einstein (Relatividad); Compton (rayos X); Max Born (mecánica
cuántica); Francis Collins (director del Genoma Humano). Por dar otros nombre
conocidos, de fácil acceso biográfico, tenemos a Marín Mersenne, monje al que
se le atribuye la generación de una comunidad científica; Nicolás de Cusa,
clérigo que se adelantó a Galileo; Mateo Ricci, un jesuita que trabajó como
matemático de un emperador de China; José de Acosta, sacerdote que inspiró a
Darwin. La lista sería interminable de científicos y filósofos que creen en
Dios, por un lado, y por otro, que son, en concreto, católicos.
En todo el planeta
hay cientos de institutos de investigación científica, universidades y otros
centros que colaboran con la Iglesia. Hay un continuo intercambio de
información y publicaciones. Cada año, en verano, el Vaticano celebra una
Semana de Estudios Científicos, que organiza la Pontificia Academia de las
Ciencias y el Observatorio Astronómico Vaticano, en la que participan
científicos de todo el mundo. El pasado año se habló de Astrobiología, que es
la ciencia que estudia las relaciones de la vida con el resto del cosmos.
Abarca temas como el origen de la vida, la evolución de la vida en la Tierra,
así como sus perspectivas futuras.
La Iglesia, a través de sus universidades y facultades, ofrece
estudios humanísticos y científicos, además de formación científica
complementaria y en relación con el diálogo fe-cultura, como es el caso del
Congreso Internacional Fe-Cultura. El estudio de la Teología y las Ciencias
Religiosas también tiene en cuenta las cuestiones relacionadas con la
naturaleza y las ciencias, mediante la Filosofía de la Naturaleza y las
Ciencias; la Metafísica o la Epistemología.
En resumen, la Iglesia siempre ha favorecido el estudio de
las ciencias; fundó las primeras universidades; promovió el estudio de las
ciencias experimentales y las artes y ha mantenido vivo el interés por la
reflexión entre la fe y la razón.
*Periodista.