*Francisco
Castro
La Biblia sigue siendo el libro más vendido de la “historia
de la humanidad”, y también el más estudiado. No ha perdido este lugar en los
últimos cincuenta años, tiempo en el que se han superado los 3.900 millones de
copias. Recientemente, se ha conocido un estudio del novelista estadounidense,
James Chapman, quien ha investigado sobre los diez libros impresos más vendidos durante el pasado
medio siglo. Chapman es escritor y editor, y combina un estilo de narrativa
creativa con emotiva. Su estudio ha sido publicado en medios de comunicación de
diversos países.
Pero, ¿qué es la Biblia? La Biblia es un libro de
religión, no de historia; es el libro que contiene la palabra de Dios, pero esa
palabra está insertada en la historia de la humanidad y en el tiempo del
hombre. Dios elige a un pueblo, y a personas concretas, y se revela ante ellos
en momentos y espacios concretos. Esta circunstancia confiere a la Biblia un “estatuto”
especial, de ser el único libro de religión cuyo contenido histórico se puede verificar
de forma antropológica, arqueológica, paleográfica, numismática, etcétera, al
menos hasta donde pueden llegar estas ciencias, consideradas auxiliares de la
ciencia Teológica.
Importantes antropólogos bíblicos vienen trabajando sobre el
suelo y subsuelo de Palestina en busca de pruebas sobre los relatos bíblicos respecto
a los hechos históricos.
En España contamos con dos licenciaturas de
investigación bíblica, como Arqueología Cristiana y Estudios Orientales
Antiguos. Pero, la Biblia trasciende a los estudios científicos e incluso a la
razón humana, al configurarse como palabra de Dios revelada, fuente de la
espiritualidad cristiana, mensaje que cobra actualidad permanente, que guía al
hombre en sus tristezas y alegrías.
La Biblia, o Sagradas Escrituras, está compuesta por
dos grandes bloques, Antiguo Testamento, con 46 libros, y Nuevo Testamento, con
27 libros. El Antiguo Testamento trata de la experiencia de salvación del
pueblo de Israel y del establecimiento de unas Alianzas con el hombre por
iniciativa de Dios, con el “fin principal de preparar la venida de Cristo”, y
de su “reino Mesiánico” (constitución del Concilio Vaticano II, “Dei Verbum”,
nº 15). En el Nuevo Testamento se cumplen las expectativas que anuncia el
Antiguo Testamento, con la venida histórica de Jesús, porque “la palabra de
Dios se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado” (“Dei Verbum”, nº
17).
El Antiguo Testamento presenta numerosos géneros
literarios y un lenguaje que para no pocas personas resulta engorroso, por la
falta de familiaridad. Sin embargo, el Nuevo Testamento, que contiene los
Evangelios, está escrito con un lenguaje más directo y cercano.
El Papa, Benedicto XVI, ha pedido a todos los
creyentes que lean todos los días la Biblia. El Santo Padre ha recordado a san
Jerónimo (347-420), uno de los biblistas más importantes de todos los tiempos,
traductor de la versión latina de las Sagradas Escrituras.
Benedicto XVI ha indicado que es imprescindible para
todos los creyentes acercarse a los textos bíblicos, pues “ignorar la Escritura
es ignorar a Cristo”. El Papa ha recordado la necesidad de familiarizarse con
la constitución “Dei Verbum”, y ha comentado que “leer la escritura es
conversar con Dios”, porque mediante los textos sagrados “Dios habla a los
fieles cada día”.
De tal forma que esa falta de familiaridad en la
lectura de la Biblia se convierte en familiar de manera progresiva. Los
escritores sagrados recibieron la inspiración, como dice Pablo: “el Evangelio
anunciado por mí no es de orden humano, pues yo no lo recibí ni aprendí de
hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo” (Gal 1, 11-12).
Todo esto teniendo en cuenta que la Palabra revelada
no es sólamente un conjunto de signos lingüísticos, la Palabra es una persona,
“la explicación del propio ser y actuar” de Cristo (carta encíclica “Deus
caritas est”, nº 12, de Benedicto XVI).
La Palabra es la verdad absoluta y radical. No hay
pensamiento filosófico ni político que sea tan completa y trascienda como la Palabra
revelada, con la que se alcanza la libertad plena de conciencia, con
independencia de la situación física de cada uno, porque se puede estar
recluido de muchas maneras y, sin embargo, “la
palabra de Dios no está encadenada” (2 Tim 2,9).
*Periodista