El Director del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, ISTIC, elogia en este texto la obra de Jesús Marrero, "El Cristo de Tacoronte, icono de la fe".
Para el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, en su sede de Tenerife, el acto que estamos desarrollando esta tarde en Tacoronte, en el entrañable marco de las Fiestas del cristo de Tacoronte, tiene una gran importancia y una especial significación. Y la tiene por muchas razones: porque es el trabajo de un alumno del centro que ha concluido su licenciatura en Ciencias religiosas; porque es el cuarto número de una colección editada por el centro bajo el título genérico de Colección Diálogo Fe-Cultura; porque trata un tema cercano a la vida cristiana de los fieles de la diócesis que descubren en el Cristo de Tacoronte el objeto de su devoción y veneración de una piedad filial; y, sobre todo, porque se trata de un trabajo teológico riguroso y accesible, con adecuada finalidad pastoral vinculada pedagógicamente a la Catequesis y a la Enseñanza religiosa.
Todo un cúmulo de motivaciones que hacen que este acto de presentación sea un acontecimiento de gran importancia y de especial significación.
El Papa Benedicto XVI les dijo el año pasado a los teoólogos miembros de la Comisión Teológica Internacional, que “la reflexión sobre la visión cristiana de Dios puede ser una valiosa contribución tanto para la vida de los fieles como para nuestro diálogo con los creyentes de otras religiones y también con los no creyentes”. Son palabras que nos ofrecen el marco y la finalidad del esfuerzo de la reflexión teológica. Se trata de una contribución al diálogo con los creyentes y con los no creyentes. Sin formación teológica se suele tener la tentación del fanatismo religioso o su contraria, la de la indiferencia en materia religiosa. Ambas posturas son incompatibles con la necesaria actitud de diálogo que debe presidir la convivencia social. Estoy seguro que esta obra de Jesús Alberto Marrero Canino es una verdadera contribución al diálogo. Diálogo con creyentes que miran al Cristo de Tacoronte como referente de su fe en el Dios de la Salvación. Diálogo con quienes lo miran como obra de arte y patrimonio escultórico de nuestra cultura. Diálogo con los no creyentes que pueden vislumbrar a través de la imagen del Cristo el fondo de la fe de los creyentes.
La “teo-logía”, trata “de comunicar a través del “logos” lo que “hemos visto y oído”. (…) Podemos pensar en Dios y comunicar lo que pensamos porque El nos ha dotado de una razón en armonía con su naturaleza. (…) De hecho, conocer a Dios en su verdadera naturaleza es la manera segura de garantizar la paz. Un Dios que no se percibe como fuente de perdón, no puede ser luz en el camino de la paz”. Así continuaba Benedicto XVI su intervención. El Cristo de Tacoronte no es un crucificado cualquiera. No es una imagen que responda al acontecimiento histórico sin más. Se trata de una obra que proclama lo que la crucificción de Jesús significó: la victoria del perdón sobre el Pecado, la victoria del madero –como si de una flecha se tratara- sobre la cabeza del mal, representado en la serpiente que muerde la manzana de nuestra inclinación malvada. La victoria es de la Cruz de Cristo. Por eso, el título de esta obra, parte de la colección Diálogo Fe-Cultura con todo derecho, se completa con el subtítulo de “Icono y Teología”. Teología de una imagen; reflexión en torno a una imagen que es más que una imagen: es un discurso del arte sobre la victoria del amor sobre el odio, de la paz sobre la guerra, del perdón sobre el pecado.
Terminaba el Papa su discurso diciendo que “el teólogo nunca parte de cero, sino que considera como maestros a los padres y teólogos de toda la tradición cristiana. Enraizada en la Sagrada Escritura, leída con los Padres y Doctores, la teología puede ser una escuela de santidad, como lo testimonió el beato John Henry Newman. Descubrir el valor permanente de la riqueza transmitida por el pasado es una contribución importante de la teología en el ámbito de las ciencias”. Jesús lo ha intentado y, a mi juicio, lo ha logrado. Ha mirado al pasado, ha releido la Escritura y a los Padres de la Iglesia; se ha dejado ayudar por los maestros del pasado, aportando en su reflexión una contribución al ámbtido del saber humano. Nadie que hable del Cristo de Tacoronte, a partir de ahora, podrá no citar este libro que hoy se nos presenta, y en el que podremos estampar, si a su autor no se le gasta el bolígrafo, su firma y dedicatoria.
Mi querido amigo Jesús Marrero: “no se puede ser teólogos en la soledad: los teólogos tienen necesidad del ministerio de los pastores de la Iglesia, como el Magisterio tiene necesidad de teólogos que desempeñen en profundidad su servicio, con la elevación espiritual que esto lleva aparejado”. Tu aportación es adecuada. Has hecho lo correcto; has logrado un objetivo de altura, del cual yo no puedo menos que estar orgulloso como director del Instituto Superior de Teología. No hubiera estado bien que este trabajo sólo hubiera servido para obtener un título universitario que garantiza tu formación teológica, ahogado en el olvido de una carpeta de apuntes de tu etapa de estudios. Has hecho lo correcto: nos has dado la posibilidad de acceder a él, dialogar con él, aprender de él.
Quisiera terminar felicitando a tu familia, a tu esposa y a tus hijos, a tu familia. Ellos han sido testigos privilegiados de tu esfuerzo, y hasta sufridores de dicho empeño. Felicitar incluso a los miembros de tu familia que no han podido estar aquí por diversas circunstancias y que tu sabes que hoy estarían dichosos de verte con este libro en tus manos. Felicidades pues a tu familia.
Felicidades a la Parroquia de Santa Catalina y a los sacerdotes y a los fieles vinculados a este Santuario del Cristo de Tacoronte que, gracias al nº 4 de la Colección Diálog Fe-Cultura, podrán seguir mirando al Cristo sabiendo un poco más de la verdad del mensaje que encierra este icóno del arte y este grito de la fe.
Con orgullo institucional, evidentemente, pero con orgullo personal de amigo, me vas a permitir que sea yo quien adquiera el primer libro. Y, aunque no te guste porque sé de tu generosidad, me vas a permitir que lo compre porque –y esto se lo digo a todos- vale la pena leerlo.