Un comentario de opinión que abre ya el interés por la XVIII Jornada de Ética y Política
“El hombre descubre cada vez más que la dimensión ética de
la investigación relacionada con la vida representa un patrimonio indispensable
para garantizar su misma supervivencia” (Juan Pablo II, en 1996). El Instituto
Superior de Teología de las Islas Canarias (ISTIC), sede de Tenerife, celebra
entre los días 25 y 27 de febrero de 2013 la “XVIII Jornada de Ética y Política”,
bajo el título de “¿Seréis como dioses? La responsabilidad humana ante los desafíos
de la biotecnología”. Se trata de una jornada de gran interés, destinada a
reflexionar sobre la ética, bioética, ecología y teología; la biotecnología
ante la responsabilidad social, política y económica. “El futuro de la
naturaleza humana; ¿está la naturaleza en peligro?; responsabilidades éticas;
ecología, feminismo y pacifismo”, son algunos de los temas propuestos.
La biotecnología, o bien manipulación genética o ingeniería
genética es, definida de manera llana, la tecnología sobre los sistemas biológicos
y organismos vivos. Tiene repercusión en diversos ámbitos, como la agricultura,
la farmacia y la medicina. Los científicos no se ponen de acuerdo en la
determinación semántica de la biotecnología, ya que su propia naturaleza genera
no pocos problemas de todo tipo, éticos, culturales, científicos y jurídicos.
Surge, por tanto, la necesidad de una bioética, que podemos definir como la
ciencia que estudia los problemas relacionados con la manipulación de la vida
humana, tanto en sus orígenes como en sus momentos terminales. Ha surgido el
problema, entre otros, del denominado “hombre fabricado” o bien “hombre a la
medida”. La bioética dio pie a la necesidad de establecer un estatuto, una
estructura de discusión. Unos estudiosos prefieren un ámbito antropológico a
partir de la dignidad de la persona humana; otros apuntan a principios como la
autonomía, la beneficencia y la justicia.
La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) señala que “las
aplicaciones de las biotecnologías, su licitud desde el punto de vista moral,
sus consecuencias para la salud del hombre, su impacto sobre el medio ambiente
y la economía, son objeto de profundo estudio y de animado debate. Se trata de
cuestiones controvertidas que afectan a científicos e investigadores, políticos
y legisladores, economistas y ambientalistas, productores y consumidores” (nº
472).
Hay un asunto importante: “Los políticos, los legisladores y
los administradores públicos tienen la responsabilidad de valorar las
potencialidades, las ventajas y los eventuales riesgos vinculados al uso de las
biotecnologías. Es inaceptable que sus decisiones, a nivel nacional o
internacional, estén dictadas por presiones procedentes de intereses
particulares” (DSI nº 479).
Hace pocos días se celebró en Suiza el Foro Económico Mundial
de Davos, destinado a “buscar una salida a la crisis estructural del sistema
capitalista”. El foro contó con 2.600 participantes, entre representantes de
organizaciones, líderes empresariales y jefes de estado de unos 100 países. Un
foro que ha puesto sobre el debate la necesidad de avanzar en las
biotecnologías para paliar algunos efectos de la crisis, además de la
nanotecnología, redes digitales, etcétera. Pero también se puso sobre el debate
la dimensión ética de todos estos asuntos. Por lo tanto, el tema que nos ocupa
no es nada baladí. Podríamos expresar la misma afirmación de Juan Pablo II en
forma de pregunta: ¿está en juego la supervivencia del hombre? Y también
podríamos hacer la siguiente pregunta: ¿puede afectar a la supervivencia del
hombre la falta de ética en el desarrollo de la biotecnología?
La Iglesia no es ajena a estos problemas, a los intereses
científicos de las dimensiones del hombre, y parte de un principio: “El ser
humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y, como tal, tiene derecho a
ser respetado en su identidad e integridad”. Desde la revelación bíblica se nos
habla del respeto a la vida. Los Padres de la Iglesia reflexionaron sobre la
dignidad de la vida humana. Y el Magisterio nos da claridad de ideas. Es
bastante importante, en cantidad y calidad, la aportación de la Iglesia a la
reflexión de la bioética. Precisamente, por esa extensión no nos vamos a
detener en los detalles. Basta asomarse al Catecismo o bien al Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia.
El Vaticano cuenta con la Academia Pontificia para las
Ciencias, Ciencias Sociales y para la Vida, cuyo objetivo es “promover el
estudio y el progreso de las ciencias sociales, económicas, políticas y
jurídicas a la luz de la doctrina social de la Iglesia”. En la academia
trabajan científicos que representan a las distintas ramas de las ciencias
biomédicas y aquellas que están relacionadas con los problemas sobre la
promoción y defensa de la vida. También está la figura del “miembro por
correspondencia”, que trabaja en
institutos y centros de estudio sobre la cultura de la vida.
Queremos terminar con la recomendación de una película.
“Gattaca” es una muestra de los riesgos que supone la manipulación genética y
la creación de un mercado sobre el “hombre a medida”.
*Periodista