Juan Pedro Rivero*
De lo único que estamos verdaderamente seguros, todos, los de derechas y los de izquierda, todos, es de que más tarde o más temprano, de una manera o de otra, todos nos tendremos que enfrentar al hecho inexorable de la propia muerte. Y ya sabemos, es de mal gusto hablar de esto. Temas socialmente incorrectos.
Pero evitarlo en la conversación no hace que desaparezca del horizonte vital de los nuestros, de nosotros. Los próximos 28, 29, 30 y 31 de este mes de marzo queremos acercarnos, desde el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias (ISTIC), con la colaboración de la UIMP, a este asunto, sin miedo y con rigor, desde los avances de la ciencia y desde los paradigmas múltiples desde los que podemos aproximarnos.
Un encuentro de reflexión y formación que, en esta ocasión, irá dirigido a Muerte, morir, duelo y esperanza. Cuestiones como ¿qué es la muerte?; muerte y medicina; ¿cómo enfrentar la realidad de la muerte?; la vejez y la muerte, o la muerte y el más allá en las grandes religiones, serán preguntas que conllevarán nuevamente reflexión sobre un asunto tan de hoy y de siempre. En 2005, un congreso internacional de psiquiatras en Madrid concluía que la ausencia de la muerte en el horizonte vital era la mayor fuente de depresión y estrés de la vida social.
Creo que espacios como éstos, como el que ofrecemos en el ISTIC, son interesantes para enfrentar ideas y acudir al razonamiento humano, para discernir un poco más sobre algo tan antiguo como el mismo hombre, la muerte. Escuchaba hace unos días a un niño que se preguntaba por qué se murió su abuelo. Lógicamente, explicarle a un pequeño cuál es el fin de la vida y por qué se produce es difícil.
Sin embargo, se nos plantea siempre, sobre todo cuando lo miramos desde la mirada del niño, que la muerte no ha de ser concebida como final y oscuridad, sino como esperanza. Creo que las propuestas creyente y no creyente, coincidimos, algo que podremos plantear en Muerte, morir, duelo y esperanza.
*Director del ISTIC
De lo único que estamos verdaderamente seguros, todos, los de derechas y los de izquierda, todos, es de que más tarde o más temprano, de una manera o de otra, todos nos tendremos que enfrentar al hecho inexorable de la propia muerte. Y ya sabemos, es de mal gusto hablar de esto. Temas socialmente incorrectos.
Pero evitarlo en la conversación no hace que desaparezca del horizonte vital de los nuestros, de nosotros. Los próximos 28, 29, 30 y 31 de este mes de marzo queremos acercarnos, desde el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias (ISTIC), con la colaboración de la UIMP, a este asunto, sin miedo y con rigor, desde los avances de la ciencia y desde los paradigmas múltiples desde los que podemos aproximarnos.
Un encuentro de reflexión y formación que, en esta ocasión, irá dirigido a Muerte, morir, duelo y esperanza. Cuestiones como ¿qué es la muerte?; muerte y medicina; ¿cómo enfrentar la realidad de la muerte?; la vejez y la muerte, o la muerte y el más allá en las grandes religiones, serán preguntas que conllevarán nuevamente reflexión sobre un asunto tan de hoy y de siempre. En 2005, un congreso internacional de psiquiatras en Madrid concluía que la ausencia de la muerte en el horizonte vital era la mayor fuente de depresión y estrés de la vida social.
Creo que espacios como éstos, como el que ofrecemos en el ISTIC, son interesantes para enfrentar ideas y acudir al razonamiento humano, para discernir un poco más sobre algo tan antiguo como el mismo hombre, la muerte. Escuchaba hace unos días a un niño que se preguntaba por qué se murió su abuelo. Lógicamente, explicarle a un pequeño cuál es el fin de la vida y por qué se produce es difícil.
Sin embargo, se nos plantea siempre, sobre todo cuando lo miramos desde la mirada del niño, que la muerte no ha de ser concebida como final y oscuridad, sino como esperanza. Creo que las propuestas creyente y no creyente, coincidimos, algo que podremos plantear en Muerte, morir, duelo y esperanza.
*Director del ISTIC